Cuando me enfrento a la escritura de un texto de opinión a menudo recurro a la RAE para que sus respuestas sean punto de partida del mismo. Lo hago en dos situaciones bien diferentes: la primera cuando apenas tengo qué decir y la segunda cuando son tantas las cosas, que necesito algo a lo que agarrarme para comenzar. Me encuentro en un claro ejemplo de lo segundo. La RAE nos indica que “época”, en su segunda acepción, es el “periodo de tiempo que se distingue por los hechos históricos en él acaecidos y por sus formas de vida”. Una época es lo que el pueblo de Peralta, y digo pueblo y no parroquia, cierra hoy sábado 27 de agosto con la despedida del que ha sido párroco de la localidad durante veinte años. Don Javier Leoz Ventura, natural de Cáseda, ha pasado más años de su vida en la villa peraltesa que en su propia localidad natal. Pero claro, uno puede pasar toda una vida en un mismo lugar sin dejar huella o, por el contrario, convertirse desde el primer momento en arado que surca a nivel transversal las diferentes capas sociales de una localidad. Esto último es lo que se encontrarán los estudiosos que dentro de unos años profundicen en los hechos acaecidos y las formas de vida de Peralta en el periodo comprendido entre 1996 y 2016.
Don Javier, como me gusta llamarle, es hombre de carácter y un gran comunicador. Trabajador, decidido, curioso, innovador, musical, atento a lo que le rodea y con la terquedad necesaria para ser un buen navarro. Pero hay algo que le une directamente a las gentes de Peralta: su carácter emprendedor.
Me es imposible narrar lo que el binomio don Javier y pueblo de Peralta han conseguido en estos últimos veinte años. Nombraré sólo algunas de ellas. Recién llegado, tuvo que ponerse manos a la obra para que la parroquia que le habían asignado no se derrumbara, literalmente, en un barranco subterráneo. Consiguió traer las técnicas más avanzadas en inyección de cimentación y consiguió la respuesta necesaria de una localidad (parroquianos, empresas, vecinos, mecenas, ayuntamientos de uno y otro color?) para poder financiarlo. Pero ese era solo el comienzo y sacó adelante cada proyecto que fue proponiendo. Consiguió el apoyo necesario para levantar las torres, que el afamado arquitecto Ventura Rodríguez había contemplado en su diseño original de la fachada, y para rehabilitar y pintar la parroquia por dentro, el órgano barroco posteriormente afrancesado, o la torre del Campanar, sin duda uno de los símbolos de la localidad. Rehabilitó la residencia de ancianos y la iglesia de San Miguel, la ermita de San Pedro, y rehabilitó y dinamizó el cine de la casa parroquial. Y podría seguir enumerando lo aportado en el apartado material, pero “el papel es oro”, como esta dilatada época.
Y, ¿cómo no?, don Javier también aportó en lo inmaterial. Creó un coro parroquial que se encargó de recuperar y velar por el patrimonio musical religioso de la parroquia, y un nutrido grupo de auroros cumplidor y comprometido. Desde hace diecisiete años, el casco antiguo de Peralta se convierte en un auténtico auto de fe representado de una calidad indiscutible gracias a su Belén viviente. Mientras leemos que las procesiones de Viernes Santo tienen problemas para encontrar porteadores, en Peralta su importante Procesión ha visto incrementado el número de pasos y participantes durante esta dorada época. Hemos vivido desde la fe acontecimientos únicos y especiales como el Año Jubilar Mariano, con epicentro en la Iglesia de las Hijas de la Caridad, las JMJ 2012, visitas pastorales, viajes a Tierra Santa, concentraciones de auroros, el rito de bendición de un órgano, el nacimiento de los seises de Peralta o de la casa de oración Domus, procesiones únicas y las tradicionales peregrinaciones y romerías. Y todo ello con un punto en común: el inconfundible saber hacer de Leoz; el del orden, el protocolo, la música, la imagen y la oración, en definitiva, comunicar con la belleza.
Peralta no solo ha recuperado esplendor patrimonial, algo que es evidente a simple vista, sino que lo ha aumentado, puesto que hay un patrimonio inmaterial, intangible, que está detrás de todos y cada uno de esos proyectos y voluntarios que don Javier ha liderado, que han convertido a Peralta en un pequeño oasis en lo material y en lo espiritual. Como se suele decir, uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Peralta ya empieza a saborear esa ingrata sensación, pero seamos positivos, la pérdida es tan grande como el inmenso legado que esta dorada etapa Leoziana nos ha dejado. ¡Ha merecido la pena! El reto para parroquianos y vecinos de la localidad a orillas del Arga está servido.
Gracias por todo don Javier. Que la Virgen de Nieva, a quien tanto has cuidado, te acompañe.