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Contra la trata de personas: los niños no son esclavos

Éste es el lema de este año para el pasado 8 de febrero, jornada institucionalizada desde hace 2015 por el papa Francisco como la Jornada Internacional contra la Trata de Personas, por ser la festividad de santa Josefina Backita, esclava sudanesa y torturada durante muchos años, hasta que un comerciante italiano la compró y llevó a Italia. Viene a ser un emblema de la trata de personas. Por tanto, nos incumbe a todos, creyentes y no creyentes, a unir brazos para involucrarnos en luchar contra esta lacra, que ha llegado a ser la actual esclavitud del siglo XXI en tantos países del mundo, no solo en los más pobres del planeta. Muchas de sus víctimas, incluso, son mantenidas y sostenidas por la hipocresía de países desarrollados que ayudan a que estas graves lacras se perpetúen para beneficio de su uso y abuso de personas, con una evidente hipocresía.

¿Cuántas mafias trafican -con total impunidad- con personas tan vulnerables como mujeres y niños pobres y huérfanos que vagan solos por campos y ciudades, o aprovechándose de refugiados de guerra que huyen en busca de una vida mejor o subyugando a sus víctimas con negocios de explotación, de tráfico de órganos, de pornografía infantil o esclavizando a niños con sueldos miserables en países asiáticos, o engañando a mujeres en mafias de trata de blancas, con promesas de una mejora de su situación y amenazándolas con matar a sus familias si los delatan? Así rellenan sus carteras los mafiosos y potentados señores de la guerra, del narcotráfico, del negocio de armas o de los medios de comunicación que viven de anuncios de prostitución. Son capaces de amasar dinero con total impunidad, cinismo y un ataque a los derechos humanos elementales, que hacen estremecer a quienes nos seguimos escandalizando con las barbaries del holocausto nazi o los gulags soviéticos.

Afortunadamente está la otra cara de la moneda, y, aquí nunca mejor empleada la palabra inapreciable porque no tiene precio, es una deuda impagable por su gratuidad: la de los que hacen el bien sin ruido ni ganancias, sin vender ni pregonar sus buenas obras según el dicho evangélico “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda”. Tantas instituciones humanas y en particular de la Iglesia católica, como la comunidad de San Egidio que tanto trabaja con refugiados u otras iglesias ortodoxas y evangélicas que se unen para hacer el bien estrechando lazos. Aquí, por ejemplo, en Pamplona, la parroquia de Nuestra Señora del Pilar de Echavacoiz, con ayuda de otras de la zona, envío el 9 de febrero un contenedor con ropa de abrigo a refugiados sirios en Grecia, amenazados por una ola de frío polar. Si aquí nos quejamos de que baje unos grados la temperatura y no hablamos de otra cosa, ¿qué haríamos si solo contásemos con una tienda de campaña y poco más?