Para nuestro licenciado Juan Huarte (1550-1625), Navarra y el obispado de Pamplona pudo contar hasta con tres santos, a tenor de lo escrito sobre asunto tan trascendente, aunque solo viera satisfechos sus deseos y expectativas con dos de ellos ligados, como no podía ser de otro modo, a la contrarreforma: Ignacio de Loyola (1491-1556) y Francisco de Xavier (1506-1553). Ambos canonizados en el año de 1622. Es decir, tan sólo tres años antes de su muerte. El tercero no llegó a serlo debido a la intermediación de la Santa Inquisición valenciana prohibiendo que se continuara el proceso de beatificación iniciado en el año de 1654. Se trata del lumbierino Miguel López de Grez (1546-1612). Y aunque el primero de ellos fuera de origen guipuzcoano, no habremos de olvidar que, eclesiásticamente, hasta tiempos relativamente recientes, 1862, la provincia, o al menos buena parte de la misma, estuvo ligada a la jurisdicción del obispado de la capital navarra, tal y como fuera recordado por Jimeno Jurío en Navarra, Gipuzkoa y el euskera. A esta lengua, nos recuerda el historiador artajonés, el cronista del reino José Moret, denominó patria Vasconum lingua (el idioma patrio de los vascones), por lo que no es de extrañar que el subprior uhartearra inicie la parte de su Silva referida a los santos navarros de esta manera unidos bajo la bandera etnolingüística: De dos santos conffesores de lengua cantabrica vascongada nacidos en el obispado de Pamplona; el primero el beato padre Ignaçio de Loyola fundador dela religión dela compañía de JHS: y el otro el padre Francisco Xavier compañero del fundador...

Pero, por si cupiera duda alguna al respecto, nada más empezar el panegírico sobre la “honra que causan estos dos santos al reyno y a toda la cantabria”, el subprior Huarte vuelve a reiterar:

Paraq. se advierta por toda la cantabria q.enestosnros(nuestros) tiempos trata La sacta Yglesia Appostolica romana de canonizar aestos Dos sanctos como aconfesores deJsuXpo (Jesucristo) nro (nuestro) sor (señor) hijos entrambos de la mesma cantabria, y loq.esde mucha ponderaçion del obispado de Pamplona, naturales de la antiquísima lengua cantabrica.

Por cierto, en consideración traída al margen de lo antedicho, bien pudiera haber consultado esta fuente quien fuera biógrafo menor de San Francisco, padre José María Recondo, cuando en la última etapa de su vida, por cuestiones al margen de la historia, que son de suponer políticas e ideológicas, renunció de su primera aseveración en torno a la condición euskaldun del santo navarro contrariando así la creencia del más completo de ellos, Georg Schurhammer, en línea éste con la opinión del subprior Huarte.

Una fuente bibliográfica reciente, la del escritor y editor José Mari Esparza, en su obra de recopilación cartográfica Mapas para una nación, del año 2011, recoge cómo: “Cantabria es la voz con la que se ha denominado durante siglos a Navarra y demás provincias vascongadas, incluidas las Cuatro Villas.” Abunda este ensayo enciclopédico de nuestra cartografía en numerosos ejemplos, por lo que invito a acudir al mismo para mejor consideración de lo anteriormente mencionado. Pero si para muestra bien vale un botón, el de las bulas excomulgatorias de Julio II que posibilitasen la ocupación del reino habrán de despejarnos el horizonte mencionando como sus destinatarios a vascos y cántabros. Aunque si bien una autoridad como la del historiador capuchino Tarsicio de Azcona recoge que cuando estos gentilicios son usados parecen referirse a la tierra de vascos que es propiamente la de los bajonavarros y en el caso de Cantabria a las “estribaciones últimas riojanas de la cordillera cantábrica”. En este sentido el historiador Santiago Leoné, al que critica, apoyándose en García de Góngora (en realidad Juan de Sada y Amezqueta, autor de la Historia Apologética y descripcion del Reyno de Navarra, publicada en el 1628), nos recuerda el uso de la denominación de la lengua euskara como cántabra vascongada, afirmando, a mayor abundamiento ser Navarra el centro de Cantabria identificada asimismo con Baskonia.

Nuestro subprior Huarte, no obstante, deja bien claro que los auténticos cántabros eran los navarros, incluyéndose a los riberos, más todos aquellos que poseían la lengua cántabra a un lado y otro de la frontera recién impuesta, aunque en el caso de Miguel López de Grez en ningún momento utiliza la expresión dada a los dos primeros, sino que su tratamiento es el de hijo y natural del Reino de Navarra, bien por desconocimiento de la misma o tal vez porque este sacerdote desempeñara la práctica totalidad de su ministerio, desde los veintidós años, en tierra valencianas de Palma y Rotova.

Para Roma, sin embargo, pudo parecer que nombrar tres santos navarros habría de ser demasiado, bajo sospecha quizás de que tal y como deja entrever el subprior Huarte, escribiendo sobre el último, esta trinitaria condición fuera asimilada a la del mismísimo misterio: “fue natural deste nro(nuestro) Reyno de Navarra como los dos de arriba, el Padre beato Ygnaçio de Loyola y el beato Padre Françisco de Xabierr...”. En definitiva: tres santos en nombre de tres personas divinas en una fe catholica.

El autor es escritor