Para llegar a ella, hizo falta una buena cabeza, que no solo es lo más importante, sino lo que más hemos de cuidar, ya que al ser tan preponderante, su protección hemos de vigilar. Sin saber bien la razón, la mayoría pesa cinco kilos, salvo en aquel que es un cabezón, y calcular su peso es un lío. Hoy en nuestro planeta, dos cabezones nos tienen preocupados, ya que hasta los dientes están armados. La cabeza concebida para recapacitar, muchos pensaron que era para peinarse, por ello el mundo en su mayoría hubo de aguantarse.
Utilizar las cabezas nucleares sería una gran imprudencia, y diríamos que perdió la cabeza tratando de quitarle importancia, y otros pensarían que fue una proeza. Deben ejercitar la reflexión antes de dar un paso tan brutal, sin confundir con hacer dos flexiones, pues podemos llevarnos un gran sofocón de no optar por buenas razones.
Si los que tienen en su poder el mando, e insisten en lo que no deben, será una cabezonada, y si pueden enmendarlo y no quieren, serán más un cabezón que nada.
Algunos no dan más que guerra, la llevan inscrita en su faz, y no quieren nunca la paz. Cuando se pierde la razón, nadie da su brazo a torcer, y al no tener buen corazón, con la guerra lo echa a perder. Las guerras solo traen miseria, nadie las gana, la pierden todos, sobre todo si es nuclear, pues como opinaba Einstein, de haber una tercera, en la cuarta solo se utilizarían palos y mazas, debiéndonos hacer reflexionar caso de llegar a utilizarse las tan temidas cabezas nucleares.