ha sido la semana en que se ha presentado a la opinión pública la nueva plataforma de las derechas Suma Navarra. Una especie de contrato mercantil del frente derechista para repartirse cargos y tratar de mejorar los resultados de las encuestas. Para maquillar esa tendencia de retroceso, Esparza ha optado por una lista común con Ciudadanos y el PP a cambio de sacrificar las siglas de UPN el año en este partido celebra su 40º aniversario. Todo bien. La vieja idea rancia y minorizada de Navarra es una vez más la excusa para tratar de encubrir la debilidad de Esparza y de sus socios Rivera y Casado. Una suma de perdedores. Ninguno de los tres pasa por su mejor momento político. Esparza mueve ficha obligado por la realidad de ver cada más lejana la vuelta al poder. Casado afronta unas elecciones generales en las que puede llevar al PP al peor resultado de su historia. Y tampoco Rivera parece tener ya la capacidad de apoyo mediático en Madrid de la que ha disfrutado hasta ahora, más aún tras el escándalo de los pucherazos en las primarias de varias comunidades. A ello se añade que Suma Navarra es un compendio de contradicciones. Les une el afán de controlar de nuevo el Gobierno, las instituciones y los resortes de poder en Navarra. Esa vieja consigna del nacionalismo español que entiende a Navarra como una cuestión de Estado que está por encima de lo que digan o piensen o necesiten los navarros y navarras. Y poco más. Por un lado, Casado y Rivera están compitiendo a cara de perro en el conjunto del Estado. Por otro, a Esparza le interesa poco airear la compañía del PP y no quiere oír nada de la presencia de su presidenta en Navarra, Ana Beltrán, en las listas. Y por otro, la sombra alargada del antiforalismo de Ciudadanos y de la apuesta recentralizadora de Casado, que convirtió el pacto en papel mojado en apenas unas horas. Se puede disimular o blanquear esa contradicción, pero eso no la anula. Un pacto fruto de la debilidad que puede acabar siendo una resta para los intereses generales de Navarra. Al mismo tiempo, es una oportunidad para el resto de formaciones políticas de Navarra. Para la candidatura al Senado que impulsan los partidos del cambio político y social (insisto, si la toman más en serio que la vez anterior). Y sobre todo para Geroa Bai y el PSN que podrán aprovechar las elecciones generales de abril para reforzar sus perfiles propios de cara a los comicios forales y municipales de mayo. Ambas siglas se sitúan ante una UPN difuminada en Rivera y Casado, una EH Bildu que ha optado por catalanizar su apuesta al Congreso con la coalición con ERC y una lista de Unidos Podemos a la que las encuestas auguran un retroceso frente a los anteriores comicios generales, donde fue segunda fuerza. El objetivo declarado de Suma Navarra es sustituir al Gobierno de Barkos y acabar con las políticas sociales y de bienestar del cambio en Navarra. Pero esa unidad de las derechas, que encenderá su discurso más extremista de confrontación con el viejo mantra de que vienen los vascos, tiene otro objetivo disimulado, arrebatar espacio electoral al PSN. Al igual que ese frente derechista en el Estado tiene como prioridad política echar al PSOE y a Sánchez -cada vez más fuerte en las encuestas- del Gobierno. UPN siempre ha necesitado un PSN debilitado para poder manejarlo. Es un clásico de la política navarra. Muy entretenida como siempre.