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Ciudadanos, el fracaso de las derechas

Ese sector ideológico sigue siendo incapaz de estructurar un discurso alternativo que le diferencie de su pasado, lo que hay que atribuir al proyecto de Rivera, que se impulsó y financió con ese fin

Las dimisiones de Toni Roldán, portavoz adjunto de Cs en el Congreso, secretario de Programas y Áreas Sectoriales, que deja el partido, y de Javier Nart, también miembro de la ejecutiva de la formación que preside Albert Rivera es una consecuencia más en la derecha estatal de la doble cita del 28-A y el 26-M y una manifestación de los enormes problemas que esta posee para definirse ideológicamente más allá de la coincidencia en un nacionalismo unitario y homogeneizador del Estado en contraposición a las reclamaciones de autogobierno de las naciones que este encierra. De hecho, esa posición compartida y la resistencia a rehuir de conceptos urdidos y entroncados en el franquismo han sido con apenas matices doctrina común de los tres partidos que, juntos y revueltos, conforman la derecha estatal tras una paulatina segmentación cuyo origen hay que buscar en la corrupción en el seno del PP y sus políticas frente a la crisis. Un dato evidencia todo esto: respecto a 2011, cuando Rajoy obtuvo la mayoría absoluta que le permitiría implantarlas, el 49,3% de los votos (12 de los 24,6 millones) que lograron PP y UPyD, la suma de los logrados en abril por PP, Cs y Vox ha perdido 9 puntos, ochocientos mil votos, pese a ofrecer una opción más y al claro aumento de participación (1,8 millones de votantes más); y el 26-M, los 3,6 millones de votos menos emitidos respecto a las generales se restan íntegros de esa suma PP-Cs-Vox (7,6 millones frente a los 11,2 del 28-A). Y es que la derecha estatal sigue siendo incapaz de estructurar un discurso alternativo que la diferencie de su origen, la AP posfranquista, lo que hay que atribuir principalmente a Rivera y Ciudadanos, puesto que su proyecto se impulsó y financió con ese fin, es decir, la sustitución del PP enfangado, y sin embargo se dejó arrastrar por quien, a su vez, en lugar de liberarse de un pasado condicionante a través de la aparición de Vox, optó por atarse a él para disputar -y perder, 2,7 millones de votos de los de Abascal- ese espacio. Otro dato lo evidencia: si en las autonómicas de diciembre de 2017, Cs representó la alternativa constitucionalista en Catalunya (primera fuerza y 1.109.732 votos), el 26-M, menos de año y medio después, obtuvo 291.679 votos. El fracaso de la derecha no es la debacle del PP, pese a que esta se haya producido, ni el estancamiento del hace nada emergente Vox, es el alineamiento acrítico con ambos de Ciudadanos. Y en Navarra, el utilitarismo electoralista de ese frente por parte de Esparza a costa de las siglas de UPN.