Ni el tiempo ni la autoridad lo impidieron y la momia de Franco ya está fuera del indigno mausoleo en su Memoria de Cuelgamuros. Mil años tardó en morirse, pero por fin la palmó (...)”, comenzaba aquella divertida Adivina, adivinanza que cantaban en 1981 Javier Krahe, Joaquín Sabina y Alberto Pérez en La Mandrágora. Así comencé hace ya unos años una de estas columnas después de que el Ayuntamiento de Pamplona dejara sin efecto los acuerdos municipales de 1947, 1949 y 1952 en los que se acordó nombrar Hijo Predilecto y Adoptivo al dictador Franco. Aquella decisión llego décadas tarde como la exhumación ahora de los restos del genocida llegan 44 años tarde. 44 años con actos de exaltación del franquismo y peregrinajes anuales. 44 años para recuperar la dignidad democrática con 16 legislaturas democráticas entre medio y una sucesión de gobiernos del PSOE y del PP que optaron por mirar para otro lado. Fue un día, sin duda, simbólico y emotivo, sobre todo para las familias de los miles de asesinados, desaparecidos y represaliados por la dictadura franquista y para las asociaciones que trabajan por la recuperación de la memoria histórica. Pero también fue un día más para comprobar cómo la decadencia en que se ha instalado la política española es capaz de embarrar todo, incluido un momento histórico, en la pugna electoralista actual. Lo peor de la jornada, el infame show político y mediático que protagonizaron los familiares del genocida -con un trato especial y absurda condescendencia por parte del Gobierno y Policía difícil de entender y más aún de explicar- y junto a ellos los políticos y tertulianos que llevan semanas haciendo apología del franquismo. También un Borbón portando los restos del asesino en primera fila. Y todo ello emitido en directo para todo el mundo. Acojonante. Basta comparar con la discreción y efectividad con que Iruña sacó los restos de Mola y Sanjurjo del mausoleo franquista de Los Caídos. En todo caso, lo importante ahora es el futuro. El futuro de las casi 30.000 personas enterradas, en muchos casos contra su voluntad, en Cuelgamuros -hay 12.000 sin identificar-, el futuro de las 100.000 personas desaparecidas en cunetas y fosas y el futuro del mismo mausoleo. También el del infame chiringuito de Pamplona. En todo caso, a la mierda.