El acuerdo entre los partidos que forman el Gobierno de Chivite -PSN, Geroa Bai y Podemos-, con EH Bildu e I-E para los Presupuestos de 2020 tiene un importante calado político. Consolida una amplia mayoría política en el Parlamento de Navarra de 30 escaños frente a los 20 de Navarra Suma y profundiza en la estabilidad institucional que ha mantenido el Gobierno estos cinco meses. Además, ahonda en la apuesta por una forma de entender la política que prioriza el diálogo y los acuerdos para poner en marcha políticas efectivas para el interés general de la sociedad navarra. Un elemento cualitiativo en un momento en que la política española -sobre todo la estrategia de las derechas impulsada desde Vox- deriva por caminos embarrados de bulos, informaciones tóxicas, debates falsos y arremetidas constantes contra los valores democráticos. La búsqueda de pactos y consensos básicos entre diferentes es una estímulo que pone en valor la política en Navarra, que comenzó con Barkos en 2015 y ahora con Chivite incide en esa apuesta que antepone las respuestas a las demandas de las personas por encima de los intereses partidistas y las broncas estériles. Y pone de nuevo en evidencia a Navarra Suma, embarcada en una estrategia tan ruidosa como inútil, que se ha autodescartado de cualquier acuerdo con el Gobierno de Chivite y sus socios en estos cinco meses. A UPN le arrastra la estrategia de sus socios PP y Ciudadanos de acercamiento a Vox en el Estado y también la creciente dependencia de ambos de los discursos y de la agenda política que impone a la política española la ultradereha. El acuerdo con EH Bildu era más fácil de partida, sobre todo porque la presencia de Geroa Bai y de Podemos en el Gobierno garantiza una importante continuidad en 2020 de las políticas presupuestarias de los cuatro años anteriores. Pero aún así, el estado de crispación permanente de Navarra Suma hace imposible poder ser un interlocutor válido para llegar a acuerdos. Cuatro años autodescartado de la acción política efectiva son para pensárselo.