Poner la mirada y la esperanza en los detalles es uno de los aprendizajes personales de este confinamiento: poder comprar unas lechugas y cebollas para plantar en la huerta se convierte en un acto que reafirma que no lo hemos perdido todo, que nuestro huerto puede seguir su curso aunque nosotras no seamos las mismas. Eso me ocurrió el otro día cuando salí de casa después de la cuarentena correspondiente y conseguí plantas para el huerto; al mismo tiempo, en ese vaivén de emociones y pensamientos, se me ocurrió pensar qué sería de nosotros si el transporte no funcionase. Y puestos a pensar en distopías - los tiempos dan para ello- pensar que el suministro de combustible pueda fallar nos situaría en otra vulnerabilidad más alarmante e inquietante. Si ocurriese esto en algún momento, y viésemos que las grandes superficies no pueden abastecerse de alimentos traídos de muchos kilómetros de distancia, nos daríamos cuenta tarde de la falta de estrategia alimentaria tanto autonómica como municipal: Pamplona y la Comarca de Pamplona se quedarían sin suministro alimentario en menos de una semana.

Producimos fundamentalmente para exportar, e importamos, a la vez, otra cantidad ingente de alimentos; movemos los alimentos de un lado para otro en una sociedad donde se da valor a la cantidad en lugar de a la calidad. La distribución de alimentos está en manos de las grandes cadenas de distribución que dependen, fundamentalmente, del transporte. China dejó de traernos ajos y nos dimos cuenta tarde de que les habíamos dejado el 80% de la producción - una producción antes propia- como les hemos dejado toda una producción de cantidad de cosas de usar y tirar porque nos salen baratas. Esta crisis está destapando vergüenzas: la agroindustria no tiene mano de obra para recolectar en el campo, y, según declaraciones que he escuchado estos días en los medios, es porque el trabajo es muy duro y sólo lo pueden realizan personas migrantes. ¿No será más bien que lo que ofrecen son largas jornadas con sueldos de miseria? ¿Dónde están esos patriotas de VOX que no quieren migrantes, dónde están sus votantes rurales que se creen tan machos, tan tradicionales y tan defensores del medio rural? La agroindustria no tiene mano de obra y la producción de proximidad no puede vender porque cerramos los mercados alimentarios de proximidad al aire libre y nos apilamos en recintos cerrados y hacemos colas en las cajas de los mismos.

Todo es un sinsentido y pone en evidencia la debilidad de nuestro sistema alimentario porque la pequeña producción agraria y ganadera, ésa que sí está en el territorio, ésa que nos proporciona alimentos de calidad, ésa que es el sustento de muchas familias de nuestro medio rural debería ser el soporte alimentario en esta crisis y en las que nos puedan venir en el futuro. Sin embargo, la demanda se produce en los hipermercados, con productos ultraprocesados, papel higiénico y cerveza en grandes cantidades. Furor también por la compra online o el reparto a domicilio, lo que obliga a las pequeñas producciones a buscar soluciones de venta online a través de plataformas que pongan en contacto productores y consumidores, para adecuarse en cuestión de semanas a la nueva forma de consumo y no perder sus producciones.

Sin embargo, a mi parecer, en un periodo de largo confinamiento como el que vivimos, se pone de manifiesto que, cuando por diferentes razones, no podemos salir ni al portal de nuestra casa, no es la gran superficie la que nos atiende - Mercadona ha cerrado su portal online por no poder asegurar el suministro, y otras grandes superficies no pueden suministrar en bastantes días lo que la población demanda- sino que son las y los productores de nuestra zona, la tienda cercana, la relación que hemos establecido con la carnicería, la pescadería, la panadería...esos vínculos y esa red de cuidados que han emergido en estos tiempos de obligado distanciamiento social.

Esta crisis debería servirnos para reflexionar y poner en valor lo cercano, las relaciones que tenemos establecidas o la falta de ellas, para darnos cuenta de la necesidad de un compromiso firme con la producción local, con nuestra gente del campo, con la necesidad de generar una sólida y permanente estructura que garantice la alimentación en todos los escenarios posibles. No es interesante, es importante trabajar para construir una alianza entre la ciudad y el campo, que nos sostenga en lo relacional, que mantenga modos y medios de vida, y que nos proporcione alimentos sanos. Construir soberanía alimentaria significa decidir qué alimentos queremos, quién queremos que nos alimente, y cómo queremos que se produzcan esos alimentos. El COVID-19 nos trae muerte y paro, pero, como en toda crisis, nos da la oportunidad de cambio, un cambio que deberíamos enfocar a la construcción de comunidad.

*Responsable de Mundo Rural de Podemos Navarra-Ahal Dugu