El alcance de la desaceleración
as previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) auguran una des aceleración más profunda en el Estado español y en la propia Unión Europea que la que los indicadores al inicio de la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus apuntaba. Según este organismo portavoz de las tesis del neocapitalismo globalizador, la economía española caerá un 8% y la tasa de desempleo aumentará seis puntos, hasta el 20,8%, en este mismo 2020. Por su parte, el PIB de la zona euro se contraerá un 7,5% este año, según el FMI -en Navarra, el Gobierno foral calcula una reducción del 9% en abril y mayo- que calcula que, de entre las cuatro mayores economías de esta área, Italia es la que registrará una contracción mayor, ya que alcanzará el 9,1%; Francia, con un 7,2%; y Alemania, con un 7%, cifras no vistas en Europa desde la 2ª Guerra Mundial. De hecho, la transmisión global del coronavirus impacta ya en la actividad económica internacional mucho más allá de las consecuencias iniciales en los distintos sectores y países o de la incertidumbre y volatilidad que la evolución de la epidemia ha causado en las Bolsas de todo el mundo. Es cierto que tanto los gobiernos como las instituciones supranacionales como la UE están activando medidas y cientos de miles de millones de euros y de dólares para llevarlas a cabo con el fin de tratar de paliar los efectos de una desaceleración económica que puede derivar en una crisis social y laboral mucho más profunda incluso que la de 2009. Pero también lo es que buena parte de esas propuesta y del alcance económico de la propia crisis dependerán en buena medida de que el impacto del coronavirus en la economía y el empleo, también en la ausencia de demanda, tenga un horizonte temporal reducido. Y, en este sentido, hacía tiempo que no se hacía tan evidente la necesidad que las sociedades avanzadas también de lo que se podría denominar economía tradicional: comercio, servicios, industria productiva manufacturera, obras pública y privada, transporte... De cómo se encauce esa dependencia y de la capacidad pública para impulsar medidas económicas y de protección social efectivas dependerá el modelo resultante y el alcance de la posible recesión. Y pese a los efectos de la parálisis de actividad a la que el Estado llega con un billón de euros de deuda, casi el 100% del PIB y 3,2 millones de parados, Navarra no está sin embargo lejos de las regiones europeas mejor dotadas (tejido industrial, capacidad innovadora, PIB, fiscalidad propia, deuda y déficit controlados...) para hacerlo.