ijeron que el virus nos va a cambiar. Y van a tener razón. Yo, por ejemplo, el Viernes Santo me corté el pelo al cero. Dicen que hay que hacer cosas y que no hacer nada puede ser nefasto. Primero utilicé una tijera de cocina. Después una pequeña de manualidades. Para el acabado final, como es lógico, usé la afeitadora. ¿Por qué lo hice? Veréis: me he apuntado a un curso on line de autoparodia. Para bajar el ego. Os lo recomiendo. Dome su ego, dice el lema del curso. Me pareció tentador. Y una de las propuestas que hacían era esa: No te tomes demasiado en serio, empieza a ser otro, rápate. Así que lo hice. Tampoco lo pensé mucho. Es otra de las cosas que aconsejan: no pensar demasiado. En fin, no es que sea totalmente otro, pero es un comienzo. En el primer momento, mi mujer se partió de risa, pero luego noté que me miraba de reojo, sin decir nada. Como con suspicacia. Ya se acostumbrará. Por otro lado, no sé si os habréis fijado, pero en España se están acabando las mujeres rubias. Les está saliendo el pelo verdadero por debajo. Se nota en las videollamadas. Raparse puede ser una buena idea también para muchas de ellas. Me refiero a las más audaces, naturalmente. En cualquier caso, ya crecerá: es lo que yo pienso. En fin, luego está el tema de las comidas. A ver, no es que ahora comamos más, lo que pasa es que comemos más veces. Estamos todo el rato picando. Por no sacar el tema de los bizcochos y las tartas caseras. Claro que vamos a cambiar, ¿alguien lo duda? También dijeron que nos iba a cambiar la cabeza. No la cabeza propiamente dicha, sino la mentalidad: la forma de pensar. Se supone que después de esto vamos a ser más generosos. Más solidarios. Incluso más humildes. Hay quien ha llegado a decir que ahora todos somos héroes. No sé. Me parece demasiado, pero bueno. A mí me llamó la atención una frase que dijo John Gray el otro día: La bondad con extraños es tan valiosa que hay que racionarla.