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Milenio

Orgullo

l Tribunal Supremo impide colocar en sitios públicos símbolos que no sean los oficiales. ¿Por qué? Porque, ya sabemos, lo de colgar cosas de los balcones y de otros sitios, especialmente si son banderas, se ha percibido con especial preocupación por parte de algunos sectores. A mí siempre me ha parecido poco relevante, pero ya saben que lo que a mí me parezca no es significativo. Contraviniendo mi poco apego a enseñas, esta decisión tan tiquismiquis me decidió el otro día a buscar rápidamente una bandera arcoiris y a colocarla este fin de semana pasado colgando en el balcón de mi casa. Por nada, es decir, por mucho: un símbolo de una lucha que quiere derechos ciudadanos para todas las personas, especialmente para aquellas que son más vulnerables, para esa mayoría de adolescentes LGTBI que son discriminados con insultos como maricón o con acoso, haciendo que su vida se convierta siempre en una situación potencialmente de riesgo. Y eso que hablamos de una tierra que es de lo mejor del mundo sobre el papel, con unos niveles de tolerancia y reconocimiento legal avanzadísimos. Para quienes vivimos aquella época en que la homosexualidad era delito, ahora es muy diferente, pero las personas transexuales siguen en cierto modo condenadas y más desde la infancia, pendientes de una despatologización de su condición (hasta 2018 se consideraba que era una enfermedad) y pidiendo avanzar a una verdadera autodeterminación de género para poder sentirse como quieran hacerlo. Menos de la mitad de les LGTBIQ+ están fuera del armario en sus trabajos (el 44% de gays, 38% de lesbianas y sólo el 14% de bisexuales o pansexuales), menos que en sus entornos de relación. Y es que dejarse ver es todavía algo que nos cuesta. Por eso, frente a los tribunales, usemos los balcones. Y la fuerza de los hechos. Con orgullo.