Los expertos en fantasías han descubierto el algoritmo que es el instrumento para hacer inferencias a partir de parámetros convencionales y por medio de potentes ordenadores se llegue a soluciones posibles a los que ajustar un problema planteado. Lógicamente, si los parámetros son erróneos las inferencias serán falsas. Pero es indiferente, lo que vale es que a un problema o incógnita desconocida se ofrece una posible solución que tranquiliza a quienes ignoran cómo hacerle frente, y a la colectividad, que como siempre se le coloca en la línea para que no piense o que la solución es la que se le está ofreciendo. Es una fantasía porque la selección de parámetros es la que se le ocurra al sabio de turno que se coloca sobre el bien y el mal porque nadie osa cuestionarle. Es el ocaso de la ciencia en su dimensión humana que se sustituye por los mecanismos del pensamiento de los matemáticos, como si la herramienta se valorase más que los resultados. Es la lotería de las encuestas electorales en las que los modelos son complejos y los sondeos de campo esenciales. Luego, la cocina aguanta todo para que los resultados sean los que los responsables nombrados deseen, pues para eso las pagan. Aunque finalmente aparecen las sorpresas cuando los resultados no se parecen a las expectativas. A partir de los sondeos a pie de calle el equipo responsable nombrado tiene que justificar con argumentos "científicos" por qué los resultados son tan diferentes a las encuestas. Ya se sabe: son los algoritmos incorporados que si se hubieran elegido los correctos los resultados serían los de las encuestas, pero "a largo plazo todos calvos". Lo sorprendente es que a pesar de que su diseño sólo los entienden los llamados expertos, cuando los resultados cantan hay que atreverse a pedirles explicaciones, pues los expertos son seres intocables que hacen el favor de diseñar los algoritmos y cobran lo que pidan.