a economía navarra se ha basado en las últimas décadas en la conocida dieta vasco-navarra, (cuyos ingredientes principales eran el boom urbanístico, la exportación y el consumo interno), fórmula que creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva y precio desorbitado pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa (2020), debido a la irrupción de la pandemia del coronavirus. Así, tras una etapa dulce para la economía navarra impulsada por favorables vientos de cola, la irrupción de una borrasca pandémica provocará vientos huracanados de dirección caótica que podrían hacer tambalear a los buques insignias de la industria navarra con unos efectos colaterales en la economía navarra en forma de entrada en recesión en 2020 (estimaciones de caída del PIB del 10% e incremento del paro de 10.000 personas según el Gobierno de Navarra).

En el plano socioeconómico y a pesar de aparecer Navarra en los primeros puestos del Estado español en lo relativo a los parámetros indicadores del índice de calidad de vida de una comunidad, la fuerte caída de ingresos hará que el viejo reyno navarro deba emitir deuda por un monto estimado de 331 millones de euros para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales. En consecuencia, la deuda pública para finales de 2020 rozará los 3.600 millones de euros (16% PIB), montante que lastrará las necesarias inversiones en infraestructuras e I+D y provocará que Navarra quede una vez más desplazada de las principales vías de transporte europeas tras la entrada en el limbo de la conexión del TAP con la Y vasca.

Navarra sería una comunidad netamente exportadora de bienes (40% de su producción total) pero que adolece de una excesiva dependencia del sector del automóvil (las exportaciones de WN representa casi el 50% del total), una preocupante atomización de las empresas agroalimentarias así como de una necesaria diversificación y búsqueda de mercados alternativos a la Eurozona (el 30% de sus exportaciones van destinadas a Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia), economías igualmente hundidas en la recesión. Mención especial merece el caso de Reino Unido (tercer destino de las exportaciones navarras con un total de 271 empresas exportadoras y un monto cercano a los 450 millones de euros en 2018), por lo que la posibilidad cada vez más real de un brexit traumático tendría efectos severos en forma de reducción de los márgenes de beneficios de dichas empresas, lo que aunado con la imposición de aranceles por EEUU a la industria agroalimentaria podría alargar la recesión hasta 2023, lo que conllevará una brutal reducción de la Renta Per Cápita (32.692 euros en 2019).

Asimismo, la aguda recesión económica que se avecina provocará el rediseño de la cartografía urbana de Navarra. Así, asistiremos a la desertización comercial de amplias zonas urbanas, con la progresiva desaparición del pequeño comercio (alimentación, ropa, calzado y concesionarios de automóviles) y de establecimientos de ocio y diversión (bares, cines, restaurantes, discotecas y centros comerciales) como consecuencia de la severa contracción del consumo interno que llevará aunado la extinción de incontables medios de comunicación impresa y audiovisual ante la pérdida de ingresos por publicidad, quedando Internet como refugio para navegantes.

Finalmente, es previsible la revitalización de los cascos antiguos y centros urbanos de las ciudades en detrimento de los barrios periféricos tras la reducción de los servicios públicos motivada por la drástica caída de ingresos y el subsiguiente endeudamiento crónico de los ayuntamientos. El retorno a escenarios de recesión económica provocará el vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo, inmersión en umbrales de pobreza y dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, con lo que el retorno al medio rural se perfilará como una alternativa seria, con la consiguiente revitalización de extensas zonas rurales, rejuvenecimiento de su población y el auge del sector primario.

En efecto, agricultura, ganadería y explotación forestal son sectores que llevan décadas en decadencia, ahogados por la competencia desleal que impone la economía global y sin embargo, tienen un enorme potencial para crear ecoempleo, pero para ello sería necesaria la implementación por la UE de medidas proteccionistas (fomento del consumo de productos nacionales), en forma de ayudas para evitar la deslocalización de empresas y subvenciones a la industria agroalimentaria para la instauración de la etiqueta BIO a todos sus productos manufacturados. Así, se podrían crear en Navarra cerca de 40.000 puestos de trabajo apoyando la producción ecológica de alimentos, incentivando el consumo local de productos agrícolas y ganaderos autóctonos y promoviendo la conversión de la actual industria forestal hacia explotaciones que cultiven especies de mayor valor añadido o que produzcan de forma sostenible la biomasa que necesita Navarra para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, actividades en las que podrían descollar los otrora olvidados valles pirenaicos de Aezkoa, Zaraitzu y Erronkari.

Tras una etapa dulce para la economía navarra impulsada por favorables vientos de cola, la irrupción de una borrasca pandémica provocará vientos huracanados

Agricultura, ganadería y explotación forestal son sectores que llevan décadas en decadencia, y sin embargo, tienen un enorme potencial para crear ecoempleo