unca hemos sido de madrugar (yo al menos), de levantarnos a las 6 como los británicos y mucho menos de comer antes de la una como nuestros vecinos franceses. Una de las ventajas de esta pandemia es que nos está cambiando algunos hábitos de ese desorden social que siempre veníamos arrastrando. Si algo ha conseguido las restricciones es que hemos corregido en parte nuestros hábitos insanos, las comidas a las tres y cenar a las diez u once. O al menos algun@s lo hemos intentado. Dejar las series televisivas, las horas de lectura o las charletas de última hora de la noche, levantarnos más temprano, hacer antes gana de comer y cenar a una hora decente. Y de veras no falla eso de salir de trabajar tarde y no ver un alma. El silencio te invita a irte antes a la cama y a holgazanear menos. Hasta los que tenemos los biorritmos cambiados. Otra de las virtudes de estas tandas de semiconfinamiento es que tratamos de comer más sano. Como hay que estar fuertes para no cogerse el bicho y no contagiar a los que quieres, te haces un zumo, una dieta un poco más variada, y no picas entre horas. Además, el hecho de no salir nos permite ahorrar porque al ir del trabajo a casa caen los impulsos de consumo. Eso creía yo hasta que he visto que los bonos que ha dado el Ayuntamiento de Pamplona se han agotado en 48 horas. Señal de ánimo.