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Javier Encinas

El alcalde fiestero

No es fácil entender qué pasa por la cabeza de Enrique Maya para que a día de hoy todavía no haya tomado una decisión sobre los Sanfermines. El año pasado quedaron suspendidos de manera oficial el 21 de abril. El anuncio de tan triste noticia lo hizo la teniente de alcalde, porque el primer edil se recuperaba a duras penas de la covid. Por aquel entonces, la comunidad científica y todos nosotros sabíamos bastante menos que ahora del virus y de la evolución que podía tener, pero nadie dudó de que no quedaba otra que optar por cancelar las fiestas dos meses y medio antes de su fecha de celebración. Un año después, la actitud del alcalde en torno a esta cuestión es cuando menos desconcertante. De entrada, llama la atención que quien dijo liderar "un gobierno de personas normales" no comparta el sentir de la inmensa mayoría de la población, que hace tiempo que se resignó a vivir otro año sin Sanfermines. Se supone que Maya es una persona informada y, por lo tanto, conocedora de la tensión hospitalaria, que él mismo ya vivió en sus propias carnes durante la semana que permaneció ingresado a primeros de abril de 2020. Pero este alcalde, que al parecer tiene muy claro que la Policía debe actuar si se organiza un botellón en la Txantrea, pero cree que no es conveniente hacerlo si esa misma infracción se comete en Yamaguchi, no termina de asumir que no se dan condiciones para festejar Sanfermines. Y ahí sigue nuestro primer edil, enrocado en su sorprendente versión fiestera, esperando a que se dispare el ritmo de vacunación en los 73 días que restan para el Chupinazo y se obre una catarsis que nos purifique a todos del amenazante bicho para que podamos despendolarnos. Un anhelo colectivo que responsables sanitarios han repetido hasta la saciedad que no se va a dar en tan corto margen de tiempo, por lo que sería una irresponsabilidad con visos temerarios alentar o dar pábulo a comportamientos que no conducen precisamente a contener la propagación de la pandemia. Si casi todo lo que rodeó a los no-Sanfermines del año pasado fue un despropósito, convendría no repetir errores ahora que en el horizonte empieza a verse el final del túnel.

Llama la atención que quien dijo liderar "un gobierno de personas normales" no comparta el sentir de la inmensa mayoría de la población, que hace tiempo que se resignó a otro año sin Sanfermines