l expresidente de Osasuna Miguel Archanco rompió su silencio tras casi siete años de travesía judicial por el llamado caso Osasuna, y lo hizo apuntando a cuestiones claves del asunto que ni la instrucción judicial ni los posteriores juicios en que ha ido derivando el asunto han conseguido aclarar hasta ahora. Por un lado, la declaración de quien fue gerente durante 25 años del club ante Tebas que desencadenó una tormenta sobre Osasuna de la que aún está recuperándose. De hecho, de aquel chivatazo inicial de Vizcay desvelando una larga lista de acusaciones de amaños y primas solo queda la extrañeza de la declaración, la ausencia de un por qué claro que la justificara y el incierto destino de los aproximadamente 2,4 millones de euros que, según las auditorías, salieron de las arcas de Osasuna hacia destinos inciertos, cuando no oscuros. Más bien nada. Archanco afirma que creer a día de hoy que Vizcay hizo aquellas declaraciones ante Tebas de forma voluntaria es lo mismo que creer en los Reyes Magos. Creo que tiene razón. Lo único que ha dejado claro el proceso judicial es que Osasuna tuvo una gestión, durante los 25 años en que Vizcay fue el gerente, en la que el control, la transparencia de las directivas, la rendición de cuentas a los compromisarios, el respeto al socio y el cumplimiento de sus obligaciones con terceros, incluida la Hacienda Foral, brillaron por su ausencia. Pero sigue faltando la razón por la que Vizcay largó a Tebas y en la falta de esa clave está el origen desconocido de todo el caso Osasuna. Archanco también puso sobre la mesa la deuda acumulada con la Hacienda Foral, a la que una vez asumida la presidencia del club él intento dar solución como prioridad pagando 22 millones de euros. Archanco insistió en que hasta entonces la propia Hacienda Foral miraba hacia otro lado. Es cierto también. Fue el propio Vizcay, en uno de los ejercicios de locuacidad que siguieron a su chivatazo, el que explicó que “la deuda de Osasuna con Hacienda creció ante la no exigencia rígida, la condescendencia, de la propia Hacienda”. Lo dijo el propio expresidente Izco, cuando explicó que tras una inspección fiscal habló con el entonces consejero Álvaro Miranda y todo quedó en un mirar para otro lado. Y Sanz lo aclaró del todo al admitir en este contexto fiscal que el Gobierno de Navarra “colaboró” con Osasuna para que pudiera competir en Primera. El problema es que a esa condescendencia, colaboración o mirar hacia otro lado, la Justicia debería haber puesto responsables, pero tampoco lo ha logrado. Y queda un mensaje para la actual directiva de Sabalza. El club mantiene un frágil equilibro contable, pero a costa de perder su patrimonio. Cuenta con un nuevo Sadar, un estadio magnífico, pero aún se desconoce su coste total y el alcance del desvío sobre el presupuesto inicial de la obra. Y pese a los ingresos televisivos por continuar en Primera, todo indica que Osasuna tiene la puerta abierta a vender jugadores de peso en el equipo actual. No sé si Archanco, como afirma con rotundidad, ha hecho algo o no de lo que deba avergonzarse, pero es evidente que la injustificada confesión de Vizcay ha generado un profundo perjuicio a la imagen y el patrimonio de Osasuna y que su posterior deriva judicial ha tenido, más allá de las condenas de prisión, pago de indemnizaciones y coste anímico y familiar que acumulan los exdirigentes del club implicados, mucho de ruido y espectacularidad mediática y poco de resultados objetivos en la aclaración de la mayoría de las acusaciones.