a memoria justa de los hechos históricos, en especial los que tienen la violencia como protagonista, es un valor social y democrático irrenunciable. Por eso también la memoria histórica es objeto de la batalla política. La imposición de la historia oficial sobre la historia real. La realidad de que la historia siempre la escriben los vencedores. Y los intentos para construir relatos diferentes en función de intereses políticos, económicos o personales con el objetivo de confundir la verdad real en una maraña de supuestas verdades interesadas que casi siempre son mentiras conscientes. La finalidad es impulsar una irreal equidistancia en el protagonismo de las violencias dividiendo los hechos entre vencedores y vencidos, buenos y malos, héroes y villanos. También difuminar las responsabilidades, aligerar el peso de las conciencias y el peso de las mochilas, de quienes han protagonizado o jaleado esos hechos. Es eso mismo lo que intentan ahora miembros de UPN de la mano de sectores ultras y nostálgicos del franquismo con la asociación Memoria y Concordia para reinterpretar los hechos del genocidio ideológico que vivió Navarra tras el golpe militar contra la República en 1936. Con el parlamentario de Navarra Suma Iñaki Iriarte al frente, denuncia lo que califica de utilización política sectaria de la memoria de los más de 3.300 navarros y navarras asesinados sin juicio, muchos de ellos aún desaparecidos en cunetas, barrancos, fosas comunes, montes y campos de Navarra 80 años después. Argumenta impasible Iriarte que es "legítimo que haya diversos pareceres sobre la Guerra Civil". Más o menos lo mismo que argumentan los sectores de la izquierda abertzale que siguen intentando construir un relato condescendiente con el terrorismo injustificable y cruel de ETA. O quienes se enrocan en el no reconocimiento de la existencia y práctica de otras violencias igualmente injustificables y crueles, desde el terrorismo de Estado a la tortura. El modelo argumental es el mismo y el objetivo también: empañar en la confusión la verdad. De hecho, Iriarte obvia lo más importante, la verdad: en Navarra no hubo Guerra Civil porque simplemente no hubo frente de guerra. Solo hubo un genocidio ideológico planificado, publicado y perpetrado con la máxima crueldad a la caza y captura y asesinato de miles de personas. Y luego hubo también 40 años de silencio y olvido impuesto por quienes señalaron, expoliaron y asesinaron a sus vecinos. Y que hubiera navarros asesinados en zonas republicanas con el mismo derecho a la verdad y la memoria no cambia el alcance de la matanza golpista en Navarra. Cuestionarlo o sembrar dudas es infame. La pretensión real es avalar las tesis revisionistas de ese periodo histórico para dulcificar las actuaciones de sus protagonistas, manipular la realidad y crueldad de los hechos y la miseria ética y social que impuso a la sociedad. Como si el franquismo no hubiera sido lo que fue, una dictadura de terror y muerte. Supongo que Iriarte lo conoce, pero ahí está como documento histórico del testimonio de la verdadera intención de aquella conspiración y de sus principales ejecutores el bando de Mola desde Pamplona animando a extender el terror por los medios que fuera. En Navarra, la orden se cumplió a rajatabla. A otros con ese cuento.