Mi hija Leyre es catalana. No ha vivido nunca en Navarra, pero es la mayor osasunista que he conocido en toda mi vida. Supongo que el color rojillo corre por las venas generación tras generación.Hemos venido a pasar unos días por Pamplona y el plan principal es hacer un montón de cosas relacionadas con Osasuna. Somos conscientes de que va a ser imposible ir al Sadar el lunes, así que lo primero que hicimos fue ir a la tienda oficial y comprar un montón de productos. Lo segundo fue ir a ver el entrenamiento del equipo y saludar a los jugadores. Fuimos el jueves 19 de agosto (con mi madre de 84 años incluida). Intentamos entrar, pero el guarda de seguridad, muy amablemente, le informó a Leyre que debido a las restricciones no se podía acceder a Tajonar. Le orientó desde qué punto podríamos ver el entrenamiento mejor y le dijo sobre qué hora saldrían para que se pudiese hacer unas fotos con ellos y conseguir sus firmas. Nos quedamos a ver el entrenamiento entero y, una vez acabado, nos fuimos a la puerta de salida de vehículos (donde estaba Yousaf -espero que se escriba así-, el guarda de seguridad). Le preguntamos si un amigo de hace muchos años que trabaja con el primer equipo estaba y no tardó en llamarle para que saliese. Poco después empezaron a salir los jugadores. El primero en salir fue Roberto Torres (el favorito de Leyre desde que le dio su camiseta en un partido en Tarragona). Yousaf le paró para darle unos paquetes y le explicó que habíamos venido de fuera y que llevábamos toda la mañana esperando para verlos. Roberto paró el coche, salió, nos saludó, nos firmó el autógrafo y se sacó una foto con las dos chicas. Jugador tras jugador, coche tras coche, Yousaf fue haciendo lo mismo. Les pedía que se parasen y nos dedicasen un minutito. Y todos y cada uno de los jugadores (y del cuerpo técnico, ya que hablamos también con Jagoba y con Bittor) nos dedicaron un ratito. Hacía calor pese a las esporádicas nubes, y Yousaf era consciente de ello. Tenía una nevera pequeña en su cuartito y le dio un refresco a Leyre. Luego le dio una botellita de agua fría a mi madre. Nos fue dando conversación todo el rato, sin descuidar sus funciones. El gesto de los jugadores, que la mayoría salían de entrenar más tarde de lo normal y tendrían ganas de llegar a casa para comer con los suyos, es de apreciar. Pero el trato que nos brindó Yousaf, su cercanía, su amabilidad y su generosidad es lo que más me impresionó esa mañana. Yousaf, de una manera o de otra, es un representante más de Osasuna y de muchos de sus valores. Era la cara visible del club para nosotros y, gracias a él, una niña de 12 años siente aún más cariño y amor por Osasuna. Y es que este es un claro ejemplo de que los clubes los hacen las personas.