ruña consume el 75% de la energía total que consume Navarra, emite el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la autonomía y es la más vulnerable a los impactos del cambio climático. Entre sus 300.000 habitantes generamos un deterioro ambiental que no revertimos a pesar de las recomendaciones de organismos internacionales. Ha transformado radicalmente el paisaje natural de la Cuenca por la urbanización, la contaminación y el aumento térmico, y genera un fenómeno denominado isla de calor con el calor latente, el calor almacenado y los flujos de radiación. A esto hay que añadir las emisiones contaminantes domésticas, industriales y del tráfico. En Iruña casi 20.000 toneladas de CO2 al año solamente de los coches de las 65.000 personas que lo usan a diario. Asfalto, hormigón y chapa modifican el equilibrio de las radiaciones entre suelo y aire, reducen la evaporación, aumentan la escorrentía superficial, disminuyen la velocidad del viento y aumentan la turbulencia. Este conjunto de causas y efectos generan un medio urbano más caliente, seco y sucio que su entorno rural más próximo. Es un ejemplo de lo que se considera clima regional modificado. Como resultado, Iruña es el lugar más insalubre de Navarra para vivir. Esto no es Mexico DF, pero tampoco es para sentirse orgullosas.

La ONU afirma que la crisis climática es un "Código Rojo" para la humanidad. Según el organismo mundial los últimos cinco años han sido los más calurosos registrados. Esto tiene como consecuencia un aumento de los incendios forestales. Este verano el del oasis bardenero de Eguaras es especialmente doloroso. Así mismo el nivel del mar se ha triplicado y el agua se está acidificando porque los océanos ya no pueden absorber nuestro CO2. Pamplona no tiene playa, pero colabora como cualquier otra ciudad en el aumento de la temperatura global con nuestra cantidad de emisiones al cielo. Estos días hemos sabido que la principal corriente oceánica del Atlántico, la AMOC, responsable del clima templado europeo e influyente en el resto de sistemas meteorológicos del mundo, se está acercando a un umbral crítico. Y que su colapso podría tener graves consecuencias globales. Entre los motivos de este peligroso fenómeno está el deshielo del ártico. 5.625 kms. separan Iruña del Polo Norte, y nuestros modos de vida también lo están deshelando. Según estos datos, y ya que tomamos parte de la Agenda 2030 de la ONU, en la ciudad debiéramos estar diseñando políticas y dirigiendo fondos para lograr refrescar Iruña, disminuyendo el impacto de las construcciones y las emisiones. Renaturalizándola, es decir, reforestándola. Utilizando, por ejemplo, técnicas como la japonesa denominada Miyawaki, que logra bosques en diez años, cuando otras técnicas tardan cuarenta. Con la Miyawaki se generan sinergias entre especies y se retiene más agua y humedad. Y juntas crecen antes y mejor. Permite levantar bosques en entornos urbanos, parajes abandonados, vertederos, aparcamientos, que oxigenan el aire, promueven la biodiversidad, ofrecen alimento y refrescan el ambiente. Captura 16 veces más de carbono que otras plantaciones. Al recrear el entorno natural, en dos años es autosuficiente y solo necesita agua de lluvia. Revierte los errores de la urbanización fosilista en menos tiempo. Y ganar tiempo en estos momentos es vital. Sin embargo, la prensa anunciaba que en este primer semestre de 2021 en Iruña se han empezado casi 2.000 viviendas. Los motivos, bajos tipos de interés financiero, apetito inversor, deseo empresarial de recuperar índices prepandemia. Pero aunque la gente demanda vivienda asequible, el mercado opta por inversores de mayor poder adquisitivo que apuestan por los activos inmobiliarios. Es decir, el sector no construye para la gente que necesita casa para vivir, sino para quien se enriquece de construir y vender casas, ya sean constructores, fondos inmobiliarios o ayuntamiento. Y estos grupos de poder saben que hay suelo para 17.000 viviendas más. La vivienda es un derecho, pero se construye para negocio de quien construye, no para beneficio de quien más la necesita. Al día siguiente también en prensa aparecía que dos de cada diez viviendas en Navarra está vacía o tiene un uso esporádico. El 15,6% en Iruña. Los informes oficiales del Ayuntamiento de Pamplona hablan de un aumento de las temperaturas en la ciudad y de un cambio en el régimen de precipitaciones. Así pues el diagnóstico oficial debiera promocionar estrategias que intentaran evitar o suavizar estos efectos. Sin embargo, la dirección política es la contraria. ¿Cómo se decide el destino del suelo público disponible? ¿A quién beneficia que sea para construcción? Ante el cambio climático, ¿qué uso del suelo es el más beneficioso para toda la comunidad, de ahora y del futuro? ¿A qué estamos esperando para asumir la responsabilidad que nos toca como personas y como ciudad? Ya que vivimos en una democracia, ¿por qué no debatimos sobre modelo de ciudad?

La autora es miembro de Iruña Gerora