Aquí donde me veis, no soy de ningún equipo. Eso sí, si hay que ser de alguno sería, supongo por la tendencia de la masa, de Osasuna, aunque no sé muy bien por qué tengo que ser de nada. Dirás: qué cosa más rara, ¿por qué? Te lo explico, solo he ido una vez al fútbol. Una y no más. Coincidió que estaba, hace años, en una ciudad (no digo cuál para que no pienses que es única); jugaba Osasuna y fuimos al campo muchos navarros que estábamos allí, por curiosidad y a animar. Antes de empezar, ya se me puso mal cuerpo; aguanté hasta el final, me marché y ya no he vuelto más; ni fuera ni dentro de mi tierra. Me ha pasado como con los toros, pero en otro sentido. El caso es que antes de salir al campo Osasuna, los aficionados del equipo contrario empezaron a gritar. ¡Asesinos! ¡Terroristas! Y lindezas de ese tipo. Yo que no estaba acostumbrado a esos grito (que por lo que me dijeron es normal) me puse malo y aguanté como pude, hasta que nos marchamos. Lo he pensado muchas veces, porque veo que sigue siendo un fenómeno social, pero a mí no me convence por mucho que digan. Creo que es un fenómeno de la frustración del personal de la sociedad sucia en la que vivimos. Confirmé mi opinión, máxime cuando vi salir un chorro de sangre de un toro cuando un picador se apoyaba sobre la pica que le agujereó la columna retebral desde su caballo. Por eso nunca he vuelto tampoco a una plaza de toros. Me dirás que soy raro, pero prefiero ser así que disfrutar de esas maneras.