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A la contra

Abominable

engo un hijo de ocho años y medio. Me ilumina las mañanas, los mediodías, las tardes y las noches, así que no leo noticias que tengan que ver con que niños o niñas pequeñas mueren o son asesinados o les pasan tragedias griegas o terribles, porque luego me pego horas o días con un cuerpo imposible y me entra más miedo del que ya de por sí viene de serie cuando te conviertes en padre o madre. No sé quién dijo que ser padre o madre era lo más parecido a tener siempre algo en el fuego y es la mejor definición que he oído o leído. Es así, tienes tus ratos de estar muy relajado y tranquilo pero básicamente siempre hay circulando pequeños nervios de la clase que sean. El amor es lo que tiene. El otro día lo que al parecer pasó es que un tipo asesinó a un crío de 9 años y que la muchedumbre intentó apalizar al asesino, que ya contaba con precedentes de asesinatos y agresiones sexuales y en general un currículum demencial, de esos que cualquiera se pregunta: ¿y esto qué hace en la calle? Es humano preguntarse qué hace eso en la calle, qué hace eso destrozando la vida de un angelico de nueve de años y la vida de su familia y la vida de tanta gente. Es tan humano eso como querer plantarse en donde esté y arrancarle el corazón a mordiscos. Es así, quizá suene feo leerlo, pero es una reacción perfectamente comprensible. No sé qué falla, qué parte de la sociedad tenemos que enmendar para que personas así no puedan hacer cosas así jamás, para que los niños puedan vivir más tranquilos y salir al parque solos sin necesidad de haber cumplido los 18 años. Hay mucho hijo de puta suelto. Quizá haya los mismos que antes, solo que ahora nos enteramos más y por eso les damos a los críos menos carrete del que se daba antes. Confío en que ese individuo no pise jamás una acera ni sea ya nunca un peligro para nadie. Es triste pensar así, pero es lo que pienso y siento en lo más profundo.