í, en todos los países del mundo existen quienes defienden el statu quo, los conservadores y quienes pretenden distribuir la renta nacional más equitativamente, los progresistas, y sin embargo conviven, ¿cómo es que en España la división es tan radical, tan acérrimamente enemiga recíprocamente como para que Machado lo inmortalizara en el verso de Las dos Españas?

En España esa tremenda radicalización entre ambas tendencias nos la dejó en herencia el nefando Borbón, apodado El Deseado y El rey Felón, Fernando VII, tanto con el terror que aplicó contra los progresistas durante la Década Ominosa (1823/1833) como con la derogación de la Ley Sálica para que pudiera reinar su hija Isabel II, apartando así del trono a su hermano el Infante don Carlos, el cual -aguijoneado por el clero, del que era muy devoto- se había forjado ilusiones de llegar a ser Carlos V. Motivo éste de las tres encarnizadas guerras carlistas que -con entreactos- desangraron España durante casi quince años. Guerras de religión/laicismo con acento foral y excusas dinásticas, que enfrentaron a progresistas (que admitían una reina con tal de que llegaran los cambios) y tradicionalistas (que no querían cambio alguno). La tolerancia es característica progresista como el inmovilismo lo es conservadora ¡claro que! sin la primera no hay sociedad sino revoltijo selvático.

Pero mejor que yo lo explica muy bien don Benito Pérez Galdós en su Episodio Nacional titulado La segunda casaca. Episodio en el que el personaje progresista, después de haber vencido dice: "Están caídos y les perdono... hemos vencido, basta ya de violencia. El derrotado bastante amargura tiene en su derrota. Seamos generosos". Y en que el propio Galdós define así a dos miembros del tradicionalismo: "Su gran patriotismo, su caballerosidad, su fervor religioso... otro más celoso por la causa del rey y por la monarquía absoluta no nació de madre... en su religiosa devoción por la patria inmutable no había sutilezas, ni distingos, ni cabían transacción ni arreglo alguno. Para él la templanza era traición... Juntaba la religión con la política... Discutiendo no cedía ni una pulgada de su terreno. Mis principios... no son míos, son de Dios, y no se puede ceder ni un ápice de lo ajeno... Me vencerá la violencia; pero no me convencerá el sofisma... a nosotros hombres, nos corresponde no dar paz a la cuchilla, para que los díscolos aprendan, para que los buenos teman y los extraviados se corrijan. Los Baraona y los Garrote, procedentes de lo más duro de las formidables canteras vascongadas, eran gente tan fanática... con los cuales no se podía jugar en materia de ideas políticas".

Tras las Guerras Carlistas a los españolitos nos llegó el periodo pacífico y pseudodemocrático de Cánovas, que tildo de tal porque aunque no habiendo guerra tampoco hubo democracia, pues a imitación de los ingleses se pactó la alternancia en el Parlamento entre conservadores y liberales, pero mejor que yo lo explica, una vez más, don Benito en el Episodio dedicado a Cánovas: "Los dos partidos que se han concordado para turnar pacíficamente en el poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado les mueve, no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que de fijo ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...".

Es decir, en realidad, en España no ha habido una verdadera discusión democrática prácticamente nunca, pues el invento de la pacífica alternancia siguió vigente hasta que advino la II República (1931/1936), a la cual le pasó como al Trienio Liberal (1820/1823) en el siglo anterior: afloró la clásica intolerancia conservadora alzándose en armas el "Dios, Patria y Rey" -esa vez de la mano de los sublevados franquistas- para volver a sembrar el terror, la venganza y la muerte, mandando al carajo toda idea democrática. Y, "de aquellos polvos estos lodos" que todavía hoy nos atenazan. Afortunadamente los tiempos, pese a quien le pese, cambian y hoy se respira un poco de aire fresco con ciertos aromas democráticos. Pero vayamos a los asuntos de la Caja por ver allí los rastros de esa guerra ideológica:

El acta del Consejo celebrado el 18 de mayo de 1931, dice: "Ante la crisis de trabajo se acuerda acelerar las obras del nuevo edificio y entregar al Ayuntamiento un donativo de 5.000 pesetas". La Caja aplicaba la política keinesiana para evitar el colapso social provocado por la crisis económica de 1929. El acta de la Comisión de Gerencia del 18 de junio de 1931 dice: "Concesión de préstamos al Sindicato Agrícola de Los Arcos y a La Previsión de Murillo el Fruto"; la del 19 de noviembre de 1931 dice: "Se concede un préstamo de 11.000 pesetas a la UGT de Larraga para la adquisición de simiente de trigo para siembra, con garantía personal de varios vecinos". Y la del 17 de diciembre de 1931 es más expresiva todavía pues reza así: "Estudiados los deseos expuestos por la Superiora de las RRMM Redentoristas de Burlada que desean pasar a cuenta corriente el saldo de su imposición a un año y teniendo en cuenta lo dispuesto por Decreto de 20-8-1931 en el que se prohíbe a los bancos y entidades similares de España autorizar la retirada de depósitos de cualquier naturaleza pertenecientes a órdenes y casas religiosas, se acuerda, sintiéndolo mucho, no acceder a dichos deseos". Los obreros y pequeños agricultores iniciaban su auge mientras que a las órdenes y casas religiosas se les impedía la huida de capitales. En el resumen del año apunté: "Durante el año se siguen concediendo préstamos a Cajas Rurales, sindicatos agrarios, Ayuntamientos, etcétera, de cara a paliar en lo posible la importante crisis de trabajo". Sin detrimento de la concesión a colectivos religiosos tal como la concedida el 28 de mayo de 1931: "Conceder a los RRPP Escolapios un préstamo de 30.000 pesetas con garantía de cincuenta mil pesetas que le adeuda el Excelentísimo Ayuntamiento de Pamplona".

La pequeña historia de la Caja nos explica las formas de actuar de cada una de las dos Españas. Tenemos mucho que aprender del pasado, de momento anímense: ¡Firmen conmigo esta campaña en https://www.change.org/refundarLaCAN y difúndanla en todos sus ámbitos!

El autor es promotor de la refundación de la CAN, notario jubilado y nieto del director gerente de la CAN desde 1921 a 1950