o está mal porque es lo que nos está sacando de esta pesadilla. Seguramente estos dos últimos años se nos quedarán encapsulados en la memoria como un período de tiempo raro, lleno de olas, positivos, restricciones, confinamientos, ERTEs, mascarillas, UCIs, contagios, test de antígenos, PCRs, pasaportes COVID... Pero cada vez se ve más claro que esta pandemia pasará, como han pasado otras a lo largo de la Historia. La más mortífera dicen que fue la gripe de 1918, que infectó a un tercio de la población mundial, esto es, unos 600 millones de personas, y dejó entre 20 y 50 millones de víctimas. Después de la infección masiva el virus pasó a ser uno más entre nosotros y aquí lo tenemos todos los años pululando con pequeñas variantes. Dicen que con este coronavirus de ahora pasará lo mismo, sólo que gracias a las vacunas su poder de destrucción no ha sido tan brutal. Por eso es fundamental que lleguen cuanto antes a todos los rincones del planeta.

Estamos en pleno tsunami de infecciones, leves la gran mayoría, pero un auténtico colapso para nuestros sistemas sanitarios y nuestra economía. Así que lo mejor será tomárselo con tranquilidad. Seguir protegiendo a las personas que puedan tener más riesgos, no obsesionarnos con hacernos antígenos a todas horas y si enfermamos, caldico y quietud. Que en los bares pongan un límite de diez o de quince, que cierren a la una o a las dos, que se pueda consumir o no en barra, que se hagan las cabalgatas de Reyes o que los asintomáticos hagan vida normal, a estas alturas casi da igual. Esto va como la pólvora. A ver si pasan pronto enero y febrero y vuelven las aguas a su cauce. Entonces sí que podremos empezar a decir eso de Feliz Año.