s acojonante que en el año 2022 de la era cristiana, cientos de millones de años después del surgimiento de las lluvias y los ríos y las inundaciones, miles de años después del nacimiento de las ciudades, cientos de años más tarde de la aparición de los alcaldes o similares y tras 94 años de existencia de la Confederación Hidrográfica del Ebro, competente en las actuaciones a realizar en las riberas y cauces del Ebro y sus afluentes, aún haya que andar mandándose mails y teniendo reuniones para ver si tú me dejas quitar ese contenedor de agua de plástico de mitad del río o dime si vas a pagar tú esto o lo pago yo o lo adelanto yo y luego me lo pagas a 90 días. Es alucinante. Debajo del puente viejo de Burlada, que como muchas otras zonas de Pamplona y alrededores fue limpiada lo mejor que se pudo por voluntarios este pasado fin de semana, hay otro contenedor de ese tipo y hasta hace pocos días había un banco a una altura como de unos 4 metros en mitad del río. Hay mierdas, plásticos, residuos, suciedad, a espuertas. Y 50 días después de la riada -riadas que se repiten en estos últimos decenios cada 2 o 3 años- andamos de reuniones y a ver qué se puede hacer y cómo y quién. No hay derecho, es indignante que no exista desde hace mucho un protocolo de actuación urgente que permita a cada entidad local que pueda asumir esa tarea encargarse de cuando menos ir eliminado suciedad y restos de sus riberas y también del cauce. El río es un bien natural que tiene su propia vida y dinámica y ésa no hay que tocarla, pero sí todo aquello que los técnicos consideren que supone un daño a los mismos; medioambiental, orgánico y si me apuran estético incluso. Que tras decenas de riadas sigamos sin herramientas ágiles para retirar mierda demuestra que cuanta más burocracia más se olvidan o incluso se desconocen los principios básicos para los que fueron creadas las instituciones.