uántas veces pienso que sería mucho más fácil ser de derechas o socialista acomodada, que hoy en día viene a ser lo mismo. Me leería todos los días el otro periódico; me empaparía de todas esas tertulias, que hablan poco de aquí y mucho de Madrid; no dudaría de la importancia de Navarra no sólo en España sino en el mundo mundial; reivindicaría el progreso que nos va a traer el TAV, el agua limpia que corre por el Canal de Navarra y la bajada de impuestos para que las empresas y las fortunas echasen raíces aquí para siempre y me creería que la macrogranja de Caparroso es una "biogranja" que combate el cambio climático incorporando en la dieta de las vacas un aditivo alimentario natural, basado en extractos de plantas, que favorece la reducción de las emisiones de metano, esto es, eructos y ventosidades. Me lo creería todo y yo feliz. Pediría como loca que enseñasen inglés a los niños a todas horas, porque eso es el futuro y renegaría de todos esos que manipulan el euskera por sus intereses políticos. Bueno, renegaría directamente del euskera porque una lengua tan vieja, difícil y tan llena de kas y cosas raras no merece la pena ni aprenderla ni usarla. Me iría feliz de juevintxo, bueno mejor juevincho, sin acordarme de toda esa gente que no tiene ni para encender la calefacción y viajaría en avión aquí y allá porque en la pandemia ya hemos sufrido mucho sin poder salir de casa...

Pero no. Soy de esas personas que prefieren complicarse la existencia por un puñado de ideales y por eso el sábado estaré corriendo bajo la lluvia con un montón de locas y locos como yo, con unos petos de colores y gritando felices "Ttipi-ttapa, ttipi-ttapa KORRIKA!".