e intuyen solo, pero ya hay en marcha una corriente de fondo para devolver a Navarra al pasado. Las sombras acechan tras bambalinas. Ya vienen. Los estómagos agradecidos del viejo régimen, me refiero. A un año de las elecciones forales y municipales de 2023 ya se han puesto en marcha. Conciliábulos y cuchicheos. La presión recaerá estos meses por delante sobre el PSN claro. Es lo mismo de antes: llevar de la orejita al PSN al redil. Enchufados, colocados, vivientes del presupuesto público, clientillos de la cercanía al poder se resisten a que el paso del tiempo sin pillar cacho en el Gobierno de Navarra ponga a fin al chollo en el que han vivido instalados. Los estómagos agradecidos son muy pocos en la inmensidad de la sociedad navarra. Pero ya les han tocado a la movilización mediática y social. De nuevo la Navarra uniforme, única, minorizada, pequeña y vieja, pero muy rentable para ellos. El ex presidente Sanz lo pregona semana a semana allá donde haya alguien aún dispuesto a escucharle. Para Sanz, todo lo que no sea UPN y PSN está “de sobra” en Navarra. Una propuesta nada democrática. Y falsa. Básicamente, pregona obviar la pluralidad política de Navarra, pasar de lo que expresen los navarros y navarras en las urnas y blindar para la eternidad otra vez el fracasado régimen anterior, incluyendo, por supuesto, el reparto de cuotas de poder y privilegios. Sería democráticamente burdo si no fuera porque es lo que sucedió sistemáticamente en la política navarra durante años años. Los poderes fácticos y unas elites en decadencia se benefician y se reparten los recursos públicos y presupuestarios a través del control del poder político de las instituciones. Son camino de ocho años sin poder mangonear desde el poder a sus anchas. La reciente sentencia sobre la Ciudad del Transporte que vuelve a dar la razón a Nasuvinsa frente la UTE a la que le concedió el proyecto UPN y evita la pérdida de 23 millones más de dinero público es un ejemplo transparente de cómo funcionaba el viejo régimen y como se trasladaban los recursos públicos a los bolsillos de los amiguetes con adjudicaciones diseñadas ad hoc para favorecer a esos intereses particulares. Investigable. Ocho años después de perder el Gobierno temen ahora más los modelos políticos de gobernanza plurales, democráticos y transparentes porque prefieren tener el mando de control de los entresijos de ese régimen oscurantista y excluyente que reparte los recursos públicos a los afectos. Devolver a Navarra al pasado piensan que facilita controlar al conjunto de navarros y navarras, un simple rebaño en ese sistema a la espera de que le digan qué se tiene que pensar y creer. Los estómagos agradecidos están despechados porque la sociedad navarra les ha dado la espalda y eso les hace aún más ridículos. Susurran a los oídos dispuestos que aquí, en realidad, en estos siete años últimos, no ha pasado nada. Que todo sigue igual. Vuelta al reparto. Pero en realidad sus instrumentos políticos están en decadencia y rotos en pugnas y divisiones internas. No arriendo la ganancia a esa trampa. Harán falta nuevas propuestas y soluciones ante el tiempo de desconcierto que viene, seguro, pero seguro también que las viejas y ya fracasadas son camino sin destino.