n el día de celebración del nonagésimo Aberri Eguna, que por primera vez proclamó en 1932 el derecho del pueblo vasco a ser y decidir su futuro, el principio de autodeterminación que impregna la reivindicación ha sido puesto de manifiesto tanto en su esencia como en la más brutal forma de las amenazas que lo acosan. Europa está horrorizada por la agresión criminal del régimen militarista de Vladímir Putin contra Ucrania y asiste a episodios de violencia contra la población desarmada, con desprecio de sus vidas y de su dignidad mediante la utilización de la violación, el asesinato y la limpieza étnica. Nombres de ciudades como Irpín, Bucha o Mariúpol han sido comparados con las masacres sufridas en otros lugares como Gernika (en boca del propio Zelenski en su intervención ante el Congreso) ligado a la experiencia y la memoria del pueblo vasco y de su propio padecimiento, persecución cultural y exilio hace 85 años. No es casual que la conexión de la barbarie en Ucrania con la brutalidad del poder militar fascista lanzado contra la población civil indefensa en Gernika o con la represión ideológica desatada ya sin conflicto bélico de por medio en Navarra, en Gipuzkoa o Araba, pretenda ser negada en la corriente de abierto revisionismo dulcificador de los crímenes del franquismo que ha ganado auge con el del pensamiento ultraderechista español. Pero más allá de la superficialidad de estos debates justificadores, el fondo común es tan obvio que no resiste reproche. Hoy, como hace 85 años, la voluntad soberana de un pueblo -el ucraniano- pretende ser sometida por la fuerza a la conveniencia de un poder ajeno. Un poder que niega su derecho a ser y decidir por sí mismos a los y las ciudadanas de un pueblo soberano amparado por la legalidad internacional que debe garantizar su integridad. Su derecho a ejercer su voluntad sin amenazas. Los principios de aquel primer Aberri Eguna perduran casi un siglo después y, a la vista está, siguen siendo tan legítimos y tan perseguidos como entonces por quienes pretenden el sometimiento y la imposición. Un proyecto nacional basado en el nexo cultural, social y político con la Europa de la diversidad y la democracia gana vigencia y empasta con la lucha del pueblo de Ucrania por su libertad y derecho a poder elegir su futuro.