Participo en un blog con varios miembros que pertenecemos a diferente países y nos comunicamos en inglés en lo posible por Internet de todo lo que creemos que puede interesarnos. Soy el único español y me he tenido que declarar vasco, pues es curioso que mucha de la información que nos transmitimos son aventuras de las autoridades y organismos españoles, y no para ensalzar su actuación precisamente. Por eso me pareció oportuno ya hace tiempo que ante las críticas a España de los demás blogueros, pedí que se me considerara vasco a todos los efectos. Ha sido una buena idea, pues el blog se llenaba de disculpas dirigidas a mí cuando tenían que expresar criticas al Estado español por las torturas a presos, la renovación del CSPJ, los varapalos que los tribunales europeos han dado y dan a las sentencias de los tribunales españoles, aventuras de la policía y temas de corrupción. Pero todo el desarrollo del referéndum del 1-O en Cataluya ha centrado gran parte las críticas de todos los miembros. Puigdemont es la vedette protagonista, aunque le sigue de cerca las sentencias de Marlaska y el desarrollo del procés catalán, cuyo juez estrella, Marchena, ha tenido que ver satisfecho su ego al límite, pues su presencia en los medios, y no siempre para alabarle, ha sido motivo para críticas de expertos jurídicos extranjeros sobre el derecho español que son el preludio de la sentencia de los tribunales europeos de dicho proceso que se espera que sea favorable a Puigdemont y a sus compañeros exiliados. Pero es que la dinámica de la información que genera España es tan fluida que a veces los blogueros no damos abasto y nos vemos abrumados por las comunicaciones que se acumulan a la hora de comentarlas y ponerlas en común. Ahora con la guerra de Ucrania es Margarita Robles y a Marlaska quienes reciben las críticas más agudas, pues se les echa en cara que, como jueces, deberían ser más ecuánimes. Realmente yo preferiría tener menos protagonismo.