Shireen Abu Akleh, la corresponsal y el rostro de Palestina en la emisora de TV más importante del mundo árabe, el canal catarí Al-Jazeera, fue asesinada en Jenin el miércoles 11 de mayo por fuego del ejército de ocupación israelí, según testigos presenciales y los análisis de los hechos por profesionales y organizaciones de derechos humanos, incluida la israelí Betselem. El ejército israelí reconoce ahora que la bala dirigida intencionadamente contra Shireen, y que penetró en su cabeza por debajo de la oreja, supuestamente por un francotirador, y que la mató a pesar de llevar casco y chaleco antibalas con la señal de prensa, vino de sus posiciones, tal como publica el periódico israelí Haaretz. Shireen estaba cubriendo una incursión del ejército israelí en el campo de refugiados palestinos en esta gran ciudad del norte de Cisjordania. Si el Gobierno israelí cree que su primer relato sobre este asesinato, por palestinos según dicen, no es falso, entonces ¿por qué no acepta una investigación independiente por la Corte Penal Internacional? Este tribunal había abierto unas pesquisas sobre los crímenes cometidos desde 2018 en los territorios palestinos ocupados.

El significado y la amplitud del carácter nacional palestino del entierro de Shireen es innegable para todos los observadores. Algo que ha molestado a las fuerzas militares israelíes de ocupación, llevando a cabo un ataque repugnante, bárbaro, inhumano y ignominioso, condenado por muchos como España, la UE y la ONU, a los asistentes del funeral, incluido a familiares y compañeros que llevaban su ataúd, estando a punto de caer al suelo.

Estos hechos suponen un recordatorio de la realidad. Israel considera a Jerusalén como su capital reunificada desde que conquistó su parte oriental en 1967. Sin embargo, los palestinos han considerado siempre, desde siglos, a Jerusalén como su capital. La población palestina ha estado creciendo constantemente: la Ciudad Santa, a pesar de la implantación de nuevos asentamientos de colonos judíos en su municipio, es ahora un 40% árabe y la Ciudad Vieja un 90%. Siempre es difícil predecir qué es lo que puede desencadenar una lucha en esta ciudad, o lo que puede unirla aparte de la defensa de los lugares sagrados de Al-Aqsa y sus iglesias. Pero el viernes 13 de mayo se unió alrededor de los restos de una valiente periodista palestina que no desempeñaba ningún papel político o militar. Durante dos décadas había estado narrando las pequeñas y grandes miserias de la ocupación israelí de los territorios palestinos. El asesinato y entierro de Shireen ha reafirmado Jerusalén como palestina.

A los 51 años, Shireen Abu Akleh, de una familia cristiana presente en la Ciudad Santa y en otras partes del mundo, como muchas familias palestinas después de la Nakba de 1948 que se conmemora el 15 de mayo cada año, pasaba su tiempo entre Beit Hanin en Jerusalén y Ramallah. Shireen era una figura y una profesional respetada en los territorios palestinos ocupados, una periodista que vivía para su trabajo, constantemente sobre el terreno. Shireen Abu Akleh cubrió la batalla de Jenin en 2002, durante la cual el ejército destruyó parcialmente el campamento de refugiados, y entró directamente en la leyenda de la resistencia palestina. Graduada por la universidad pública de Yarmouk, Jordania, trabajó brevemente en The Voice of Palestine y Radio Monte Carlo antes de unirse a Al Jazeera en el año 1997.

El año pasado, otra reportera de Al Jazeera, Givara Budeiri, fue detenida brevemente durante una protesta en Jerusalén y hospitalizada por una fractura de mano. Shireen Abu Akleh ha muerto casi un año después de la destrucción de la Torre Al-Jalaa, que albergaba las oficinas de su canal en la Franja de Gaza, por un ataque aéreo israelí en medio de una guerra entre Israel y Hamás. El ejército sostiene que en el edificio había un centro de mando del movimiento islamista, pero nunca aportó pruebas que respaldaran esta acusación.

El asesinato intencionado a sangre fría de Shireen Abu Akleh es un crimen de odio que tiene por objetivo impedir que los periodistas y medios de comunicación hagan su trabajo con profesionalidad y objetividad. Se trata de querer intimidarlos para que no transmitan la verdad de lo que ven in situ en Palestina bajo la ocupación israelí. Refleja el desprecio israelí por la opinión pública mundial y por la libertad de información y expresión.

Es un golpe contra los valores universales de la información, una grave violación de los Convenios de Ginebra y de lo proclamado por el Consejo de Seguridad de la ONU en la resolución 2222/2015 sobre la protección de los periodistas. Es necesaria una urgente investigación internacional independiente y transparente para llevar a los responsables de este asesinato ante los tribunales por la comisión de crímenes de guerra.

*El autor es catedrático universitario jubilado