ue nos toman por tontos, a los ciudadanos digo, ya es sabido. Lo del librito de Villarejo, Cospedal y Rajoy y los jueces que les han dejado como si nada es de bochorno otra vez. La enésima. Ahora toca el blanqueo de Juan Carlos de Borbón. La operación para organizar la vuelta del exilio es realmente idiota. Al parecer, Felipe VI, el hijo, ha viajado este fin de semana a Abu Dhabi, donde el padre lleva holgazaneando a papo rey, nunca mejor dicho, desde que tuvo que salir por piernas de Madrid, pero padre e hijo no llegaron a encontrarse. Una llamada por teléfono del hijo al padre para quedar en mantener un encuentro en Madrid a la vuelta del emérito a España. Lo que se llama una familia disfuncional. O quizá que al ser una llamada local salió más barata al erario público. No sé. Suena increíble. Y ridículo si es cierto. Una vuelta que también tiene fecha ya, el sábado próximo. La rocambolesca forma en que la Casa Real ha comunicado toda esta operación al pueblo llano da por sentado que los ciudadanos son simples súbditos dispuestos a doblar el espinazo y celebrar el regreso de Juan Carlos de Borbón como si no hubiera pasado nada. Es innoble por más que los cortesanos aplaudan con las orejas. Pero sí ha pasado, claro. Juan Carlos de Borbón huyó, como otros de sus antecesores en el trono español, porque le señalaban un cúmulo de irregularidades: ocultamiento de millones de euros en paraísos fiscales, escaqueo de sus obligaciones tributarias y el cobro de comisiones ilegales. La Fiscalía admite los delitos, pero le afinó sus consecuencias penales alegando que o bien están prescritas o que no pueden ser juzgadas porque el anterior Jefe del Estado está protegido por inviolabilidad, el concepto jurídico que le ha servido de parapeto durante cuatro décadas. Otra excepción democrática más del Estado español. Lo que no le ha podido afinar la Fiscalía ni las complicidades políticas que le han acompañado es la gravedad del alcance de esos hechos de corrupción. Tampoco le ha podido evitar que siga pendiente una causa judicial en Gran Bretaña por la denuncia de acoso a través del CNI -otra chapuza del espionaje español-, de una de sus amantes, la tal Corinna, para que le devolviera unas decenas de millones que le había regalado antes. Todo muy edificante. Es posible que Juan Carlos de Borbón pueda volver sin impedimentos judiciales al Estado español, pero por mucho que se invierta en edulcorar de nuevo su imagen, ya nunca podrá recuperar la apariencia de ser un ciudadano ejemplar. Sin olvidar que le puso ahí el dedo de un genocida como Franco. Y de paso, eso sí, en el mismo viaje de regreso del exilio -no sé si es definitivo o solo unas vacaciones en Sanxenxo-, podía devolver lo robado. Porque si no la imagen mostrará a un ex Jefe del Estado viviendo cómodamente de los recursos públicos del mismo Estado al que saqueó desde su posición privilegiada de poder e impunidad mientras su pasta sigue bajo el paraguas de una dictadura como la Abu Dhabi o de nuevo oculta en cualquier paraíso fiscal. El pasado sábado se celebró una consulta simbólica sobre República y Monarquía y en Navarra votaron algo más de 13.000 personas. No es mucho realmente, pero es más edificante participar como ciudadano libre de una democracia en ese esfuerzo que hoy parece inútil que asumir ser un tonto útil.