yer, una parlamentaria de VOX a la que pagamos seis mil euros mensuales subió al estrado del Congreso para afirmar que le da pena no oír ya por la calle "ese es un cuerpo, y no el de la Guardia Civil" ni "dime cómo te llamas y te pido para Reyes". Lamentaba lo que denominó pérdida de tales muestras de admiración. Yo ignoro por qué aceras pasea esa mujer, y en qué siglo lo hace, pero si esos son los piropos a los que está acostumbrada me temo que su círculo de amigas se asemeja a aquel de Entre visillos: "Ese chico, ¡vaya mueble bizantino!". Tampoco sé qué nivel de embeleso y alabanza le renta, pero si ese el tipo de aprobación y aplauso que echa de menos, para qué hablarle de subida de sueldo y ascenso en el trabajo. Bastará con un ole, ole y ole cada vez que lo pete en lo suyo.

Podría, claro, deslizarme por esta pendiente entre cínica y socarrona, y también beber del costumbrismo y recordar hoy la genial conversación entre dos adolescentes gitanas que escuché en el pantano de Alloz: "- Pues en Estella hay chicos bien hechos. - Sí, pero yo no cambio a mi Yeray por un payo." Chicos bien hechos, he ahí toda una delicadeza. Podría, sí, soltar varios espumarajos o caer en la sonrisa displicente, pero en verdad eso desea la admirada diputada, que peleemos en el barro o tiremos de ironía, armas de gatillo fácil y escasa diana. La estrategia es que nos hagamos eco de todos sus cuescos. Así que mejor será limitarnos a preguntarle qué le parece que les griten eso a sus hijas o sobrinas. Y que cuando presenten el currículum les puntúen el culo y las tetas. A ver qué tal.l