reo que casi todos sabemos de los Sanfermimes, no ya cantar la letra completa del Riau Riau -porque ya se ha quedado desde hace tiempo en el txunda, txunda, ta txunda ta txunda...-, diferenciar la blusa de Los de Bronce de las otras, identificar pañuelos de La Única o La Jarana o conocerse lo más llamativo del programa oficial -del alternativo también-, sino que la experiencia -la madre de la ciencia también cuando se hacen muchas horas de calle- nos ha llevado al conocimiento de esta fiesta en sus extremos, dimensiones y disparates. Circulando con una edad o con otra, transitando en horarios distintos, en Pamplona por San Fermín... Pues eso.

Con el paso de los años hemos ido sufriendo fiestas más masificadas que otras, fines de semana horrendos, pegajosos y salvajes, acontecimientos fatalmente vergonzosos, deserciones en masa de los de aquí, mañanas inolvidables después de algunas noches con bien de lluvia que joden a unos pero echan una mano a la hora de desatascar la ciudad, también una mejoría notable en la limpieza minuciosa en los espacios donde la juerga se intensifica y no para. Asumimos que la vida del vecino del Casco Viejo sigue siendo un infierno en estos días, que la magia de las dianas nunca se podrá contar, como la de aquella primera carrera en el primer encierro...

Todos tenemos opinión porque sabemos de las fiestas vividas, apilados un montón de recuerdos ya mezclados como magma, pero siempre ha habido curiosidad cuando nos paramos a pensar en las que vendrán. No hace falta ser un PTV -casposa expresión- para detenerse alrededor de estas reflexiones porque si te gusta tu ciudad, preocupa lo que quedará cuando no estés, el terreno donde se jugarán las fiestas más internacionales también merece el uso de las dos neuronas descarriadas.

El horizonte es negro. Los rectores de la cosa pública, que siguen haciendo de la fiesta un coto privado para sus ocurrencias, no aciertan más que a reincidir con su escasez de ideas en preservar la fiesta de la gran borrachera -esta es una parte importante de la imagen de los Sanfermines y no hay que ponerse digni con esto-, a la vez que tiembla la otra columna de las fiestas porque lo que se cuece alrededor del toro -corrida incluida, incluso el encierro- también siente que los tiempos cambian, que las generaciones que se incorporan tienen otra visión de la jugada, que quizás algo se acaba. La fiesta del alcohol a doblón está asegurada -la del botellón porque no les queda otra, por supuesto-. Pero ¿hay alguna perspectiva para otear las fiestas que vienen? Los Sanfermines de siempre no son eternos y es bueno que lo vayamos pensando así.

Los Sanfermines de siempre no pueden ser eternos y es mejor que vayamos pensando que lo que viene ya no será igual, no por ello peor