Señor alcalde Enrique Maya: "No haga banderío político con las fiestas"
uizás haya que tener una edad para valorar este título como un piropo. Yo la tengo. Llevo 69 años viviendo en ella. Los más jóvenes la llamarán “guay”. Otros dirán que “mola mazo” sólo en Sanfermines, porque el resto del año les parece aburrida comparada con otras de mayor tamaño. Hay muchas quejas sobre su clima, el de antes, el de ahora y el del futuro. Es lo que tiene la latitud norte 42 grados 50 minutos y el estar enclavada en una cuenca rodeada de montañas de mediana altura. Lo que beneficia a los aficionados a la montaña perjudica a los alérgicos a pólenes y cambios bruscos de temperatura. La capital de Navarra es una ciudad discutible y discutida. Los Sanfermines son, como el fútbol y los toros, algo de lo que todo el mundo habla, sepa lo que sepa.
La llegada de junio siempre es vivida con alegría y tensión. Sus días son las vísperas de la Víspera: el 6 de julio. Tras dos junios desesperantes, sin expectativas, hemos llegado a donde estamos.
Y ahora paso a hablar de nuestro alcalde y su equipo de gobierno. Llevaban meses anunciando los maravillosos Sanfermines 2022. Mucho tiempo ha pasado desde aquel 14 de julio de 2019. En las minipantallas de la Plaza de Toros aparecía el tradicional: ¡Viva San Fermín 2020. ¡Ya falta menos! Más de 1.000 dias han pasado...
Sorprendentes me están pareciendo los prolegómenos. Hay quien llega a tacharlos de provocadores. Mi opinión es que merecen una respuesta clara, con mesura y cordura, de la ciudadanía pamplonesa. Si el objetivo es contentar a “los suyos”, políticamente hablando, deberían ser ellos los que le hicieran entrar en razón. Esos ciudadanos a los que llama “normales”. Yo soy de los otros, de los que no votamos a UPN, ni al PSN del grupo municipal socialista que lidera Esporrín. Entiendo su postura y les digo que no me gustan sus propuestas. Respeto su decisión. Toleraré las novedades que nos anuncia. Procuraré junto a miles de pamploneses que no repita alcaldía en 2023.
Los Sanfermines son el arquetipo de fiesta popular. No necesitaban ese supuestamente fallido macroconcierto. Combinando lo religioso católico con lo laico civil, el sacrificio del toro bravo constituye un hecho cultural único en el mundo. Sólo aquí se compran toros de lidia, se traen en cambretas, se les instala en un corral amplio para desestresarse del largo y confinado viaje. A los días, en un encierrillo casi nocturno, se les lleva al corral, ahora cinco estrellas, de Santo Domingo. A las pocas horas se les suelta a unas calles llenas de gente. Asustados y asustando, cuando no hiriendo o matando, llegan salvos a un corral más amplio del que serán separados uno a uno. Ahí acaba su vida gregaria, la propia de un herbívoro. Con enorme estrés salta, imaginando la libertad, a un ruedo de arena que nada tiene que ver con la dehesa que durante cuatro y cinco años le dio vida. Dioses menores son, y sólo así se entiende su sacrificio. No hay animal semejante en el planeta Tierra.
Así lo siento yo y no trato de convencer a nadie de la grandeza de lo que en Pamplona se hace con este animal. El día que no haya crianza de toros bravos, por no resultar económicamente viable, se adaptarán los Sanfermines a nuevas circunstancias. No será un drama. Para algunos sería mucho más grave el día que no se pudiera beber alcohol.
Espero que nada de eso llegue, porque si Pamplona es una “ciudad bandera” es en buena parte por su defensa a ultranza de la libertad. Porque educamos para el uso y no para el abuso. Porque educamos para el respeto, la tolerancia y la atención a la diversidad. Porque hay quien se enerva cuando oye lo que oye sobre los MENA. Muchos pamploneses compartimos que nuestros sentimientos religiosos y políticos, de índole privada, no provoquen enfrentamientos en manifestaciones públicas. Queremos una ciudad para todos sus habitantes durante el año y para todos sus visitantes durante 9 días de festejos.
Espero que se comprenda que no encuentro razonable la monumental bandera de Navarra en el fresco césped de la Plaza de los Fueros, ni las 10 barras por sorteo en el interior de la Plaza del Castillo, ni la concentración antitaurina de los PETA, ni los intentos violentos de colocación de ikurriñas, ni el ya redactado balance que dirá lo bien preparado que estaba todo y lo mal que se han portado “los de siempre” en el inicio de la calle Curia.
Señor alcalde Enrique Maya, con el debido respeto: No haga banderío político con las fiestas de carácter universal de nuestra “ciudad bandera”.
Se lo pide un pamplonés.
*El autor es profesor jubilado