a invasión de Ucrania por Rusia, las crisis energética, alimentaria y medioambiental han agravado aún más la situación de vulnerabilidad de las personas refugiadas o que demandan asilo y desplazadas de sus lugares de residencia. Aunque la pandemia hizo descender el número de peticiones tanto en el Estado español como en Navarra, en lo que va de 2022 solo en la Comunidad Foral se han duplicado las solicitudes, de 594 a 1,189, según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CAER). Además, pone como ejemplo de ese acogimiento a los refugiados llegados de Afganistán y en los últimos meses de Ucrania. No obstante, es preocupante que solo el 10% de las peticiones de asilo son aceptadas en el Estado español, lo que conlleva que los solicitantes rechazados tengan solo 15 días para abandonar el país, con lo que tienen dos alternativas dramáticas: o volver a sus lugares de origen donde están perseguidos de ahí que estén pidiendo protección o quedarse en situación irregular. En global, el número de refugiados y desplazados en el mundo continúa creciendo de manera ininterrumpida, ya que en estos seis meses de 2022 se han podido superar ya los 100 millones de personas. Una crisis humanitaria global en toda regla. Quienes solicitan asilo y refugio se ven obligados a huir de sus países debido a que sufren persecución, discriminación de algún tipo racial, sexual... u otras clases de violencia, incluidas la amenaza de prisión por sus ideas o, en casos más extremos, la amenaza cierta de muerte. El creciente aumento de las desigualdades, la pobreza, el racismo, la xenofobia y las exclusiones está agravando la situación de millones de personas en todo el mundo, cuya única salida es escapar en busca de un mínimo de seguridad. El problema surge cuando no la encuentran, como ocurre con ese 95% de peticiones que rechaza el Estado español. Además, las dificultades para la salida y el tránsito de estas personas provoca, como se está comprobando día a día en aguas del Mediterráneo o en Canarias, situaciones de gravísimo riesgo que están costando la vida a miles de migrantes. De ahí la necesidad, tanto por parte de las instituciones como por las ONG, de abrir rutas seguras, legales y con garantías. Estos corredores seguros, la protección internacional mediante el reconocimiento del refugio o asilo y el acogimiento social son la base para un tratamiento digno y acorde a los valores de los derechos humanos a las personas obligadas a abandonar su hogar. l