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Objeto de un revivalismo kitsch

Objeto de un revivalismo kitschAna Escobar

Un arte devaluado es aquel que hace referencia obligada al sentimiento de otra época de mayor acogida y prestigio del momento dado. De ahí la ilación que puedan tener entre sí los dos conceptos, sin ánimo peyorativo, con que titulo la siguiente reflexión: revival y kitsch. Una traída al presente de una sensibilidad recientemente disfrutada basada en el respeto y admiración hacia la labor artística anterior. Parece considerarse ser ya una cosa pasada la controversia en torno a la programática estética contrapuesta o complementaria, según, de dos genialidades de nuestro entorno como lo fueran Chillida y Oteiza, cuyas vías, siempre entreveradas por tradición y proyección futura, vindicaban ser más o menos intuicionistas e ilustradas, es decir, racionalistas en cuanto a la modernidad de las mismas. La una devenida vanguardista desde la sanfernandina academia, mientras la otra bien pudiera reconocerse en esas vanguardias primeras inspiradas en primitivistas reflexiones como la realizada por Carl Einstein en torno a la escultura africana, así como la nueva tradición inaugurada por escultores como Alberto a quien siempre tuviera en gran aprecio.

Un crítico de parte, en la anteriormente mencionada controversia, Javier González de Durana, ha organizado una exposición conjunta de ambos con supuesto bienintencionado afán conciliador de lo que, desde una perspectiva histórica, no deja de ser sino totémicas figuras de un acontecer estético, pero también político y social. Son figuras señeras de aquel momento junto con otras que el mismo autor reseñara en obra divulgativa participada por otros autores (K. M. Barañano y J. Juaristi) sobre el arte del País Vasco en el ya para nosotros lejano año de 1987. Previamente, en 1985, una joven Ana María Guasch había publicado Arte e ideología en el País Vasco: 1940-1980, recogiéndose en el mismo los nombres de jóvenes y no tan jóvenes promesas del arte del momento como Aizkorbe, Anda, Larrea y Ugarte (entre otros) presentes en otra muestra del arte actual.

Buscando también el momento, y reivindicándose cada uno de ellos primero de sí mimos para hacerlo más tarde de un país, se ha organizado una muestra itinerante con temática revivalista sobre el devenir de la escultura vasca contemporánea cuyo origen es la doble efeméride de otras realizadas hace cincuenta años en Barakaldo, aquella de la Exposición de Arte Vasco, organizada por el que fuera gestor municipal de su sala de exposiciones, Ceferino del Olmo, entre finales de 1971 y principios de 1972, siendo popularmente conocida como La indiscriminada por estar abierta a la libre participación; así como, por otro lado, muy oportunamente, rememorando los reconocidísimos Encuentros de Pamplona de 1972 en la que, con título similar de Arte vasco actual, fuera celebrada en el Museo de Navarra; la presente bajo el de Eskuahaldunak-Azken Muga (de la asociación cultural de dicho nombre asimismo organizadora de las actuales muestras). Sus lugares, en esta ocasión, fuera y es ahora, por este orden, el de las instalaciones de la antigua central eléctrica de Altos Hornos de Bizkaia en Barakaldo y pabellones de la Ciudadela de la capital navarra. Iniciativa muy loable, digna de aplauso y merecedora de una cálida acogida; pudiendo considerarse medio siglo más tarde como ciertamente epigonal al implicar un cierto tono objetual del kitsch revisitante. (Entiéndase que hablo del planteamiento expositivo, no de la obra, y aún menos del espíritu de cada artista).

Intuyo, por tanto, de este planteamiento, que la muestra fundamentalmente llama la atención sobre el hecho de un estentóreo todavía estamos aquí / oraindik hemen gaude, evidenciando un declinar presente de la trayectoria espacio temporal, siquiera como mérito añadido ante la cada vez mayor desafección de un público ausente en este tipo de eventos. La muestra, como es fácil de comprobar, incluye nombres relevantes del mundo de las artes locales junto a otros no tan conocidos buscando una oportunidad para el reconocimiento de su labor. Obvio citarlos, pero por proximidad geográfica y cercanía personal, me ha alegrado ver incluido en su largo listado apellidos como los de Iraizoz, Juarros, Lizarraga y Morea.

Paradójicamente, sin embargo, este planteamiento, donde cada cual –faltaría más– es muy libre de aportar aquello que realiza sin estar sujeto a programa alguno, consigue aparentar la curiosa permuta de vanguardia por tradición. Tradicionalismo vanguardista versus vanguardismo tradicional serían, en cualquiera de sus formulaciones, un buen ejemplo de oxímoron. No cuestiono, por tanto, la obra, sino la forma de presentarla, puesto que toda muestra revivalista siempre viene a ser fruto, unas veces deseado y otras no tanto, de la nostalgia. Y cuando lo es por acogida y aclamación popular suele derivar en fenómeno kitsch, una vieja aspiración que al menos puede llegar a garantizar los ingresos mínimos necesarios para la supervivencia económica y dignidad del propio artista, aunque a veces lo haga a expensas de la originalidad creativas.

Al respecto, conviene no olvidar cómo buscando la etimología de la palabra kitsch, Abraham Moles, en libro dedicado a este fenómeno estético, nos habla de la procedencia germánica derivada de kitschen no tanto como frangollar, sino en su acepción más positiva de “hacer muebles nuevos con viejos” que tan bien supo realizar un ausente de la muestra como es Juan Gorriti.

No siendo el caso, sin embargo, el espíritu de la muestra pone en evidencia la existencia retrovanguardista de un historicismo de inspiración kistch, ejemplarizado entre otras muchas muestras de esta variedad por el abuso político al que ha sido sometida una parte de la obra oteiciana, como pueda ser la del conjunto de sobredimensionadas esculturas experimentales adornando el urbanismo del país, cuando en la propia expresión de Oteiza, una vez cumplido el propósito para el que fueran ideadas lo mejor que podría hacerse con ellas era aquel gesto retórico “de darles una patada”. Lo contrario es haber entendido más bien poco del espíritu de su producción ni del contexto en que se realizara. Siendo por ello mismo el que estas últimas exposiciones supongan, más que ninguna otra cosa, una nueva modalidad de la revisitación.

El autor es escritor