Habrá letra pequeña, seguro, pero gana la grande. Y la grande está en el Decreto que aprueba, tras años de discriminación laboral, que las empleadas de hogar puedan cobrar el paro. Y ya era hora porque, aunque desde 1985 ser empleada de hogar está considerado como una relación laboral, ellas han sido invisibles para el SEPE. Así que esto hay que celebrarlo. Porque ellas, 585.000 en España, o como usted quiera llamarla, son objeto de la mayor explotación proletaria de nuestro tiempo en el que el trabajo material tiende a desaparecer.

En Navarra hay unas 9.000, de las que, según un estudio del Gobierno de Navarra, unas 6.800 están afiliadas a la Seguridad Social. Otra cosa es sus condiciones y sus sueldos. Y es que este sector, absolutamente feminizado, va sobrado de precariedad, violencia y no poca irregularidad. Una de cada tres trabajadoras no tiene contrato por lo que 172.000 cobran en B, vamos, que de momento, el “paro” no irá con ellas. En Navarra, un 25% trabaja sin contrato. Pero además de ello, el 32,5% de las trabajadoras del hogar, según Oxfam Intermón, vive bajo el umbral de la pobreza. La situación es especialmente complicada para una de cada seis, en pobreza severa, que sobreviven con menos de 16€ al día. Así que sí, habrá que celebrar. Porque al menos, este colectivo invisibilizado e individualizado en el espacio privado de la explotación, tendrá dispositivos de protección como el resto de currelas.

Otra cosa es que la economía sumergida siga presente en los hogares empleadores pobres. Pese a que el decreto recoge ayudas públicas a la cotización a la Seguridad Social. Porque la clave, más allá de esta buena noticia laboral, es ir más allá. Es poner los cuidados en el centro de las políticas de Estado. Porque un Estado de cuida no debe satisfacer los deseos personales, sino la felicidad colectiva.