Imaginen qué hubiera ocurrido si durante la construcción del nuevo Sadar, una inspección laboral hubiera descubierto que los 350 trabajadores empleados, en su mayoría inmigrantes, hubieran tenido que pagar una tasa de 1.000€ cada uno a las ETTs para que los contrataran por un sueldo de 2€ al día. Y que estos inmigrantes fueron alojados en casetas insalubres al lado del Sario. Y que además, esa inspección hubiera revelado la muerte de diez de ellos mientras trabajaban en condiciones esclavistas levantando el Muro Rojo. Imaginen. Ahora en serio. En nada echará a andar en Qatar la Copa del Mundo de la vergüenza habiéndose llevado por delante la vida de 6.500 trabajadores fallecidos en la construcción de diferentes instalaciones y campos de fútbol de Qatar. Esclavos de Bangladesh, Nepal y la India. El resto se lo saben: violaciones de derechos humanos, pena de muerte y segregación de género en un país donde las mujeres aún están sometidas a la tutela masculina.
Pero cientos de medios y futbolistas de todo el mundo blanquearán este espectáculo bochornoso jugando de perfil. Incluidos los españoles. Como si no pasara nada. Para más cinismo, los capitanes de ocho selecciones europeas han anunciado que lucirán un brazalete especial durante el Mundial como señal “contra la discriminación y a favor de la diversidad”. En el brazalete se leerá One Love. Joder, si de verdad van de guais podrían asumir la propuesta de Amnistía Internacional de exigir a la FIFA que indemnice a los miles trabajadores y trabajadoras migrantes que sufrieron abusos durante los preparativos de la Copa Mundial.
Por mi parte estoy valorando hacerme socio del St.Pauli, un club de Hamburgo declaradamente antifascista y en cuyas gradas no se discute de rotaciones ni sistemas de juego, sino de jugársela al sistema. Porque si otro fútbol es posible, también otra afición.