Usted y yo y el resto nos iremos yendo. De quienes estamos hoy no quedará nadie. Viajaremos, decía la tía J, mientras la turritopsis nutricula sigue alternando vejez y juventud sin solución de continuidad y ajena al interés que despierta. ¿Han pensado cómo les gustaría que fuera? Sí, es cuestión de edad, claro, a los veinte no parece que este sea un pensamiento recurrente.

Con algunos años más, la cosa cambia, la experiencia de la muerte ajena ya nos ha colocado en la tesitura de imaginar la propia. De hecho, la campaña puesta en marcha por el Departamento de Salud para divulgar el Documento de Voluntades Anticipadas (DVA) se dirige de modo especial a quienes superamos los 50.

Hasta la fecha, en Navarra se han realizado 19,93 Declaraciones de Últimas Voluntades por cada 1000 habitantes mientras que la media estatal es de 8,06. ¿Una consciencia innata? No me atrevería a decirlo. ¿Se han divulgado mejor este instrumento y la filosofía de la Muerte Digna? Es mucho más probable y es una buena noticia.

Nuestra muerte, lo escuchaba el otro día, no sé qué les parecerá a ustedes, es para los demás, en el sentido que son los demás quienes nos sabrán ya fuera de la posibilidad de coincidencia, quienes deberán descartar nuestra compañía, quienes se dolerán o no, quienes nos situarán en lugares ciertos o imprecisos (hay diversidad de creencias respecto al destino, últimamente se repite mucho eso de “donde quiera que esté”), pero en cualquier caso inaccesibles desde lo que entendemos por realidad. O no contemplarán situarnos.

Sin embargo, el camino hacia ella deja margen a la decisión personal. Hay posibilidad de modelado tanto en el ámbito sanitario, donde se inscribe el DVA, como en otros muchos aspectos. En fin, que a todo esto hay que darle una vuelta.