Un año de tensiones electorales. Elecciones municipales en mayo, que en Navarra son también forales. Una coincidencia que difumina la identidad política propia de Navarra en unos comicios que apuntan a convertirse en la primera vuelta de las elecciones generales que le seguirán en otoño. Una anomalía para una comunidad histórica pendiente de solución desde hace décadas. La crispación y la confrontación permanentes en la política española desde que el PP perdiera el poder ya han centralizado el foco mediático en Madrid. La manipulación de la información y la intoxicación de la opinión pública española ocupan las portadas, los telediarios y las tertulias de radio y televisión un día sí y otro también. No sé si ese foco alcanza también el interés de la opinión pública en la misma medida, pero sí deja en un segundo plano, o esa es mi percepción, el estado del debate político en Navarra. Si la centralización de las estructuras políticas y la devaluación de las instituciones forales es una obsesión del Estado, la centralización del debate político es también una pérdida de la identidad propia de Navarra. El ex presidente Sanz advertía hace unas semanas de la progresiva conversión de Navarra en una provincia más del Estado. Era una denuncia contra el Gobierno de Chivite y, en especial, contra el PSN y hacía referencia a la dependencia en la toma de decisiones sobre cuestiones fundamentales para la sociedad navarra a la espera de lo que dijeran o hicieran antes Moncloa o el PSOE. Que lo diga el ex presidente de UPN, partido que ha hecho del seguidismo al PP una de sus señas de identidad durante años, no quita razón al argumento. De hecho, es una de las losas que ahora pesan sobre el futuro de UPN y la posibilidad o no, una vez fracasada la coalición Navarra Suma, de concurrir a las elecciones de mayo mismas junto al PP. Más allá de las dudas de Esparza, la clave está en manos del PP. A ocho meses de esos comicios, no hay datos objetivos que apunten a un cambio en la correlación de fuerzas de los espacios sociolectorales de la pluralidad política de Navarra. Esparza insiste una y otra vez en que será presidente de Navarra en mayo, y está bien que haya al menos un ciudadano navarro que se lo crea, aunque sea el mismo. Pero un análisis realista sitúa esa posibilidad en una galaxia muy lejana. Esa misma convicción tiene el PP. En esa lectura, la debilidad de Esparza como candidato, la división interna tras la expulsión de los diputados Adanero y Sayas y las mejores expectativas electorales tras la llegada de Feijóo en unos comicios forales que coinciden con una batalla electoral municipal en todo el Estado le pueden abrir una ventana de oportunidad para consolidar un espacio político propio en Navarra. Y desde ahí conquistar a medio plazo el liderazgo de la derecha a UPN. O eso al menos piensa el PP. Le falta para completar el análisis encontrar una persona que pueda encabezar su lista con enganche suficiente en ese espacio político. Navarra es una tierra políticamente compleja y las decisiones no son fáciles. Ni en la derecha ni el resto de los espacios políticos. Por eso, tiene foco suficiente para centrar la atención social y el debate político en las propuestas para los años que llegan y que apuntan a importantes retos que solventar. La política también tiene identidad y agenda propias en Navarra.