Hay gente que pareciera vivir en una realidad desposeída de aflicción. Es el caso de Antonio Garamendi, líder de la patronal española. Un hombre que sabe muy poco de estrecheces. Por eso dice que “no se debe hablar de ricos y pobres porque radicaliza la sociedad”. Este hombre sabe que en España la desigualdad entre ricos y pobres aumentó en 2021 más que en los últimos 13 años. Y que los datos de pobreza y desigualdad son los más altos de la UE desde hace años. Porque casi el 22% de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Y un 10% de esta población las pasa putas porque vive en condiciones de pobreza severa. Y esto escuece. Aunque Garamendi no quiera hablar de ello. Y no, una sociedad no se radicaliza por nombrar lo incomodo y vergonzoso, se radicaliza cuando sostiene un modelo de reproducción de las desigualdades que provocan, por poner un ejemplo, 40.000 desahucios al año.

Cuca Gamarra, del PP, se apuntó también a la coartada reaccionaria acusando a Sánchez de “desempolvar la lucha de clases”. Como si la lucha de clases se hubiera cogido una excedencia histórica. Y tirando de populismo de saldo dijo: “no se trata de acabar con la riqueza, sino con la pobreza”. Dicho de otra manera, no me toquéis a los ricos (imprescindibles) y dedicaros a los pobres.

Llano Ortiz dice que la experiencia ha demostrado que el crecimiento económico no es suficiente para acabar con la pobreza. Porque se requeriría mucho aumento del PIB para reducir un poco la pobreza. Porque lo que realmente importa es la distribución de esa riqueza, no su volumen. Sin embargo un descenso de la economía sí que aumenta la pobreza. Porque la asumen los más vulnerables.

Garamendi y Cuca creen estar en el lado correcto de la historia. Por eso dicen lo que dicen. Lo peor es creértelo, y votarles.