¿Imponer la libertad? ¿Poner puertas al campo? ¿Zonificar la vida? El último globo sonda en forma de pseudo debate lanzado por la derecha populista navarra en torno al recurrente tema del euskera me suscita preguntas que van más allá de la política lingüística. Y que creo solo tienen una respuesta: el afán de dividir y enfrentar, confrontar en vez de tender puentes y hacerlo utilizando un material tan sensible como las lenguas que siempre suman, nunca restan, de ahí lo incomprensible de la actitud de determinados líderes políticos. La iniciativa del actual alcalde de Tudela Alejandro Toquero arropado por su partido para “blindar Tudela como zona no vascófona” es ya de partida un planteamiento ilógico, como lo es la zonificación de una tierra como Navarra, donde el euskera es una lengua viva de norte a sur, un tesoro que hay que preservar. Lo de Toquero no se sabe si es para defenderse de ataques que no existen o para crear supuestos peligros para luego justificar sus decisiones. Llama la atención el propio lenguaje y su afán de parapetarse detrás del cartel del “no”, insistiendo en “Zona no vascófona” como si los euskaltzales no pudieran ni entrar en ella. Definirnos por lo que no somos siempre es dudoso y es un síntoma de debilidad. Poner el foco en el “no” casi imposibilita el “sí”. La izquierda social y política ya hizo en su día su propia reflexión para enfocar las propuestas en positivo. Atrás quedaron los tiempos del “ez” y la sociedad respondió con votos. Hablar de zonas hoy es anacrónico, en todos los sentidos. A no ser que repasamos el reciente informe sobre pobreza y exclusión que desde el punto de vista geográfico es interesante y alarmante si miramos al sur. En materia de lenguas lo que está claro que empobrece es el monolingüismo y la uniformidad. El euskera, y más como una de las dos lenguas propias de Navarra, es una opción, algo que suma, insisto, algo que además se elige o no. Pero para elegir hay que tener posibilidades de hacerlo. Los enfoques restrictivos y negativos no ayudan. Los vascoparlantes o euskaltzales de gran parte de la Ribera son quienes no tienen la libertad de elegir mientras que aquellos que prefieran solo el castellano (o el inglés, porque, paradójicamente, Tudela sí que es desde un punto de vista jurídico “zona anglófona”) no tienen ninguna obligación ni imposición respecto al euskera más allá de que les pueda molestar en el paisaje. La pluralidad es riqueza y los países más prósperos siempre son multiculturales y plurilingües. La historia y el mapa así lo muestran. Poner muros, zonas, límites, fronteras nunca ha traído nada bueno, ni en el ámbito lingüístico ni en muchas otras cosas.