Indignación, resignación estoica o cachondeo son, en diversas dosis según el caso, como encajan los aficionados desde hace muchos años las sanciones aberrantes a Alonso de ese núcleo duro anglosajón que mangonea la F1 y la FIA. Un maltrato apenas disimulado capaz de inventarse –es el último atropello– una sanción por: 1. Conducir su Renault en condiciones inseguras (le faltaba un retrovisor) sin que nadie parara un coche tan peligroso, sino tras dejarlo dar muchas vueltas y acabar la carrera. 2. Después de que la propia FIA diera por buenas la seguridad del coche al término de la carrera. Y 3. Tras una reclamación fuera de plazo de una escudería rival. Buen hat-trick. Las críticas –y aún más las risas– han sido de tal calibre que la FIA no ha tenido más remedio que dar marcha atrás. Eso sí, tras deteriorar un poco más su credibilidad (aunque, para qué engañarnos, no parece preocuparle gran cosa). Y hasta la próxima, que no tardará.