Viernes: 20,30 h. Dicen que éste es un fin de semana de locura debido a la multitud de comidas y cenas de empresa que se celebran. Es verdad, estoy en casa y no me oigo pensar porque, pese al intenso frío, mi calle está repleta de gentes que se gritan y se abrazan mientras sostienen un gintonic. Nada nuevo, son un clásico las juergas previas a recogerse en casa con la familia por Navidad y hace ya tiempo que los compañeros de trabajo se reúnen a disfrutar juntos, en ocasiones ignorantes de los riesgos que ello implica. Desde mi balcón diría que se chillan demasiadas intimidades y que se achuchan y besan en exceso. Me entran ganas de avisarles: tanta confesión no siempre es buena y mañana, aun muertos de vergüenza, volveréis a veros las caras en el tajo. Sábado: 11.00 h. Hace un buen rato que la marabunta se fue del barrio y tengo que acabar la columna ya porque esta paz es sólo pasajera. En nada volverán de poteo, a comer, de copas… La jarana seguirá hasta que unos marchen a ver a Fito a Baluarte y otros bajen al Hatortxu o se metan en una discoteca. Claro que no pocos alargarán la juerga hasta el Campeonato de Euskal Herria de Bertsolaris. Lo sé, en las últimas 48 horas también había mil actos programados y sólo la final de fútbol vaciará las calles. ¡Vamos Scaloneta!.