Muchas señoras que hacemos gimnasia, pilates, yoga, zumba, gap… y demás actividades, hemos tenido, o tenemos, la esterilla arrinconada desde hace tiempo. Nuestra profesora de pilates, en concreto, estuvo de huelga más de tres meses. La semana pasada decidió volver a algunas de las clases que da en el civivox de Milagrosa, pero esta semana tampoco tenemos clase porque ahora son los trabajadores del civivox los que están de huelga. Me fastidia, pero les apoyo totalmente porque lo que no es normal que se mantenga a las plantillas de las empresas de gestión deportiva y del sector de la cultura, el ocio y el medio ambiente en condiciones tan precarias.

Las trabajadoras, porque la mayoría son mujeres, nos hablan de las clases desperdigadas que dan por aquí y por allí, cobrando sólo por el tiempo de clase y sin tener en cuenta ni los desplazamientos ni la preparación de estas sesiones. Hablan de trabajos de hasta siete días semanales en condiciones muy complicadas. Han pasado ya más de dos años desde que caducó el convenio laboral del sector. Vemos cómo dinero público va a las empresas de gestión privada, quienes luchan por mantener sus márgenes de beneficio a costa de no subir el sueldo a las trabajadoras. Las instituciones públicas y las empresas privadas se pasan el balón de unos a otros, pero es evidente que este sistema no funciona. El trabajo de estas personas es fundamental para el bienestar de la población y una manera de evitar gastos futuros en sanidad, más aún, después de dos años de pandemia.

Las señoras con esterilla somos legión y pedimos que se nos respete, respetando la dignidad laboral de todas estas trabajadoras que tanto nos cuidan.