Parece que llega inevitablemente otro clásico del tiempo pre electoral en Navarra: la huelga que convoca el Sindicato Médico cuando se acerca la cita con las urnas. De momento y si nada cambia el rumbo a última hora, el Sindicato Médico de Navarra opta por una huelga indefinida desde el próximo 1 de febrero. Una mezcla de reivindicaciones corporativas, salariales y laborales que, más allá de su derecho a plantearlas, difícilmente van a aportar soluciones eficientes a los problemas estructurales que muestra el sistema sanitario y que tras la pandemia del coronavirus se han hecho aún más evidentes. Supongo que como en todas las demandas sindicales y profesionales, los médicos del sistema sanitario público de Navarra tienen razones y argumentos para defender sus planteamientos, o al menos buena parte de ellos. Eso debería ser fruto de la negociación entre médicos y Gobierno –una obligación que implica a ambas partes–, antes de impulsar una huelga cuyas consecuencias recaerán inevitablemente sobre la calidad y el nivel de las prestaciones sanitarias y pagarán en mayor medida los ciudadanos necesitados de atención sanitaria. Eso ya es un error de partida. Pero entre todas las exigencias del Sindicato Médico hay una concreta que creo debiera estar excluida de este conflicto, la de la eliminación de la exclusividad del ejercicio médico en el sistema público para poder trabajar también en la sanidad privada. Es un tema complejo con diferentes aristas en la valoración de la decisión que exige una reflexión y debate más pausado que una negociación centrada en propuestas sobre conflictos salariales y organizativos. Sin olvidar que la colaboración entre la sanidad pública y la privada con el sistema de concierto parte del principio de que el núcleo del sistema sanitario foral reside en el ámbito público que representa Osasunbidea, que es el que garantiza la universalidad y calidad de la atención sanitaria. Es cierto que solo Navarra, Asturias y Galicia mantienen esa exigencia de exclusividad para sus médicos del sistema público, pero también lo es que su eliminación no ha terminado con los problemas de falta de médicos, déficit de profesionales (pediatría, atención primaria, radiología, etcétera) o listas de espera que padecen también el resto de comunidades. Fue un error anunciar la disposición de Salud –y mayor aún el apoyo público de Chivite–, a ceder en esa demanda si se desconvoca la huelga para evitar el posible desgaste político que pueda generar a meses de las elecciones. El interés general de navarros y navarras está por encima de los temores electorales partidistas y ése es un principio de responsabilidad política mínimo. La sanidad navarra tiene problemas, pero aún así mantiene los niveles en la calidad de sus servicios más altos del Estado como todos sus profesionales demostraron día a día durante la pandemia, recogen reiteradamente los diferentes análisis que se publican y reconocen los ciudadanos navarros y los propios médicos del Servicio Navarro de Salud, que acaban de puntuarla con un aprobado alto. Es deseable un acuerdo que compagine intereses públicos de la sociedad navarra y demandas profesionales de los médicos. No sé si es posible o si la huelga es el objetivo inevitable del Sindicato Médico. Toca dialogar, pero sin que el bien común y el erario público tengan que pagar injustamente la tranquilidad electoral.