Mientras la policía investiga los motivos que empujaron a Yasin Kanza a asesinar al sacristán de una iglesia de Algeciras, si fueron premeditados o fruto de un impulso, y si detrás de esta acción se esconde un atentado yihadista, las declaraciones de Alberto Núñez Feijóo han levantado una polvareda política, con una reprobación general al líder del PP. Lo que se conoce hasta ahora es que Yasin Kanza, de origen magrebí y sin antecedentes, se había autorradicalizado en un breve espacio de tiempo y el último mensaje alabando al Estado Islámico lo colgó en sus redes sociales el mismo día en el que atacó dos iglesias de la ciudad gaditana. El miércoles volvió a ensalzar al Daesh antes de salir de su casa con un Corán en la mano y un machete en la otra. El relato de sus compañeros de piso lo presentan como una persona inestable que decía que veía al diablo. ¿Estamos ante el perfil de un terrorista o de un perturbado? Mientras se esclarecen los hechos, Núñez Feijóo, presidente del PP, prefirió adentrarse en un terreno pantanoso al afirmar que “hace muchos siglos” que no se ve a un cristiano matar en nombre de su religión o sus creencias, aunque “hay otros pueblos que tienen algunos ciudadanos que sí lo hacen”. Unas valoraciones desafortunadas (que luego quiso matizar) y que alimentan la xenofobia en un momento en el que argumentos similares –que tienen un caladero de votos– son utilizados por la ultraderecha. Por no señalar también lo inadecuado de confrontar unas religiones con otras e incluso soslayar que muchos cristiano de misa y comunión han cometido y cometen hechos reprobables. Es el peligro de pegarse a argumentos que pretenden regalar oídos de posibles votantes pero que incitan al odio y dinamitan los puentes levantados para la convivencia entre diferentes. En esa competencia por el espacio más a la derecha de la derecha, Feijóo pisa los mismos terreno que Santiago Abascal; el líder de Vox, tras conocer los sucesos de Algeciras, arremetió contra el “islamismo” y estigmatizó a los migrantes asegurando que “unos les abren las puertas, otros los financian y el pueblo los sufre”. Mientras Feijóo y Abascal echan leña al fuego, es la Iglesia católica, la víctima de este ataque en personas de su curia y su feligresía, la que predica el perdón y llama a la calma. Pero ese mensaje no desgasta al Gobierno.