Todavía me sigue asombrando la larga sombra de los peajes en sombra. Cada vez que la Cámara de Comptos publica un informe sobre la fiscalización de las grandes infraestructuras financiadas por este método el espejo me devuelve una cara de tonto. El sistema de peaje en sombra elegido para costear la Autovía del Camino, la Autovía del Pirineo y la primera fase del Canal de Navarra así como su ampliación van a terminar costando a las arcas públicas 2.612 millones, más o menos un 160% más que su coste. Los peajes en la sombra heredados de UPN –y que también tuvieron el apoyo supongo que entusiasta entonces del PSN y PP–, costaron 989 millones de euros, con lo que el margen de beneficio para las empresas adjudicatarias hasta los 2.612 millones es amplio, incluso descontando los gastos de mantenimiento de las infraestructuras. Un juego de ingeniería contable perverso por el que las empresas concesionarias de esas grandes obras asumían los costes de las mismas, su mantenimiento y puesta en servicio, a cambio del pago de un canon anual –unos 100 millones en conjunto–, por parte de la Administración foral que la mantiene altamente hipotecada hasta 2045, fecha en la que finalizará la última concesión. Un escándalo mayúsculo sin responsables que si no roza algún tipo penal será porque nadie quiere mirar. Más aún cuando las empresas concesionarias iniciales –grandes constructoras como FCC, ACS o Acciona–, vendieron sus adjudicación a otras empresas, bancos principalmente, que posteriormente también vendieron y así, con beneficios en todas operaciones, hasta que hoy en día esas obras financiadas con el peaje en sombra han quedado en manos de fondos de inversión casi siempre extranjeros. Una apuesta muy rentable y sin riesgo y apenas costes económicos y fiscales para las empresas adjudicatarias con el dinero de todos los navarros y navarras en una sangría constante para las arcas forales. Y aún es peor y la cara de tontos más grande si se tiene en cuenta el modo de hacer política de aquel viejo régimen de pésima gestión y amiguismo, Navarra se hubiera ahorrado millones de euros si hubiera optado por otras vías de financiación alternativas, que, según insiste la Cámara de Comptos, eran posibles y viables. Un cúmulo de ineficacia, clientelismo y pésimo uso de los recursos públicos. En realidad, aquellas decisiones erróneas siguen lastrando la capacidad presupuestaria de Navarra para aplicar las soluciones necesarias a los problemas estructurales que ahora afectan a los derechos sociales en salud, dependencia, educación o atención social. Afortunadamente, las potencialidades y fortalezas de Navarra y las capacidades de su autogobierno están permitiendo impulsar las nuevas alternativas de desarrollo económico y empleo que exigen la transformación global que ha traído esta siglo XXI y ser un foco importante de atracción industrial. Solo está semana se han añadido la inversión de más de 1.000 millones confirmada en Alemania por Volkswagen para la fabricación en Landaben del coche eléctrico o la instalación de la mano de Sodena de una planta de electrolizadores de la empresa Nordex en Barásoain con una inversión de 30 millones que generará 150 empleos. Pese a todo, ni tan mal.