¿Qué han necesitado ustedes para llegar hasta este momento, hasta ahora mismo que leen estas líneas? Sí, desde que nacieron y yendo solo a lo estrictamente necesario. Aunque la lista puede ser interminable, si se piensa bien, se dibujan dos grandes apartados: dinero –¿cómo si no podrían haber conseguido comida, vivienda, ropa, por señalar lo elemental?– y un conjunto de atenciones, vigilancias, supervisiones, previsiones, traspaso de conocimientos, entrenamiento en habilidades, recepción de estímulos, consuelos, compañía y afectos que podemos agrupar bajo el epígrafe de cuidados.

Si tienen tiempo, les propongo hacer una estimación de las horas en que los han recibido y reciben, anotando quiénes se los han prodigado y prodigan. Para empezar por lo más cercano, cíñanse al ámbito privado. Los cómputos serán variados pero, coincidiremos en que durante los primeros años de vida la cifra resultante roza las 24 horas diarias incluyendo guardias nocturnas (evidentemente, no se puede dejar a las criaturas solas). ¿Pueden calcular el precio de mercado de todo ese tiempo?

En un segundo paso, se trataría de hacer el cálculo complementario. ¿Cuántas horas han dedicado ustedes a cuidar y a quiénes? ¿Está compensada la cifra? ¿Usted ha cuidado más de lo que le han cuidado o menos? En términos monetarios, ¿el saldo es a su favor o está en números rojos? (Si usted es joven, no se preocupe, si algo va a tener es tiempo de equilibrar las cuentas).

Recogidos los datos y tras el primer vistazo, se me ocurren tres preguntas para seguir pensando. ¿Observan alguna cuestión llamativa en relación al sexo de las personas cuidadoras y cuidadas que contemplan sus cálculos? ¿Alguna que tenga que ver con la reciprocidad? ¿Alguna arroja datos interesantes sobre la economía, la de estas personas y la global?

Mañana es 8 de marzo. Para llegar con algo preparado.