Este año allá por septiembre se cumplirán 15 años desde que la quiebra del banco especulativo Lehman Brothers pusiera en marcha la mayor estafa de la historia de la Humanidad bajo el epígrafe interesado de crisis. Y sin llegar al tiempo del aniversario las mismas sombras de entonces se vuelven a cernir sobre el sistema financiero mundial tras la quiebra de dos grandes bancos de nuevo en EEUU, Silicon Valley Bank y el Signature Bank, y un posible efecto contagio que no ha terminado, con el First Republic Bank en el punto de mira, y la demanda urgente de la entidad europea Credit Suisse al Banco Nacional de Suiza de un préstamo de nada menos que 50.000 millones de euros para no sucumbir. Acojonante. ¿Qué hace esta gente?. ¿De qué planeta han llegado?. A estas alturas de la vida, cuando uno ya peina muchas canas desde hace años, no creo que nada de esto sea casual. Al contrario, creo que todo está planificado previamente para mantener el atraco social de forma persistente y generalizada. Porque se trata de eso, de robar a la Humanidad y acumularlo en unos pocos bolsillos. Las nuevas sombras de la incertidumbre económica, tan reales como interesadas, están de nuevo sobre nuestras cabezas sin que los nubarrones que descargaron las anteriores tormentas económicas, salariales, laborales, medioambientales, energéticas, alimentarias, inmobiliarias o financieras hayan terminado siquiera de desaparecer. No sé que acabará resultando de todo esto, pero seguro que nada bueno para la mayoría de los ciudadanos. En estos casi 15 años, millones de ciudadanos han sido y siguen siendo utilizados como conejillos de indias para el enriquecimiento desmesurado de unos pocos. Ni se ha refundado el capitalismo ni nada que se le asemeje. Un simple paso más para imponer un capitalismo especulativo y corrupto como bases. Sus políticas han dejado a Europa atrapada en la tormenta perfecta que alimenta una guerra en Ucrania que sólo está causando sufrimiento humano, el caldo de cultivo para la reaparición de movimientos políticos de ultraderecha con creciente influencia electoral. La economía se mantiene en situación de crisis permanente, un espacio de tensión crítica en el que los estados de la UE han inyectado billones de euros a la banca privada –en el Estado español ni siquiera han devuelto los casi 60.000 millones de euros–, todas y todos los ciudadanos. Y siguen en ello con los tipos de interés, la mafia de los precios y la competencia por la desregulación fiscal. Tres formas legales de robar al pueblo. Lo siguen haciendo como hace 15 años con las últimas medidas desesperadas del Banco Central Europeo para paliar los efectos de sus desastrosas políticas financieras, mientras se vuelven a recortar derechos sociales y laborales. El capitalismo actual no tiene intención alguna de reinventarse, ni parece que la política democrática sea capaz de encontrar alternativas. Quizá por ello, reconozco que me ocurre cada vez que se hace público un informe sobre la crisis –siempre de entidades dependientes de la banca o que controlan la toma de decisiones económicas en el sistema político global–, que no acabo de saber cómo sus recomendaciones afectan en positivo a las personas. Al contrario, creo que pueden abrir aún más la brecha del empobrecimiento en esos sectores sociales y debilitar más a aquellos a los que aún no ha afectado directamente. Desconfío de todos ellos. Me da que no están pensados para nuestro bienestar humano.